EJERCICIO DEMOCRÁTICO

02 julio, 2012

* Los mexicanos cumplieron.

El proceso electoral que concluyó ayer, resultó en ejercicio democrático que debemos rescatar más allá de los resultados oficiales, y de las posibles impugnaciones que surjan de posibles irregularidades.

En primer lugar porque a pesar de haber tenido un pequeño crecimiento, en comparación con comicios anteriores, reflejó el interés de una sociedad interesada en resolver sus diferencias ideológicas a través de un mecanismo legalmente establecido, el voto ciudadano.

Debemos resaltar algunos datos que son trascendentales, como la instalación del 99.9% de las casillas en todo el territorio en general, así como la prevalecencia de una participacición pacífica y ordenada.

Cierto es que, como en toda elección, no faltarán inconformidades y denuncias por posibles delitos electorales, que deberán ser probados con argumento sólidos. Y de igual manera es cierto que habrá voces que disientan en el resultado final.

Pero también es cierto que, a contrapelo de la creencia popular sobre posibles actos que enturbiaran la jornada electoral, debemos reconocer la mesura en los resultados y un reconocimiento, de los principales actores, a la labor de una institución como el IFE, pero, sobre todo, la participación de poco más de tres millones de ciudadanos que se encargaron de concluir en unos comicios que podríamos definir como sobresalientes.

El mismo llamado hecho por el Presidente de la República, de respetar sin cortapisas el resultado final de las elecciones, es un síntoma de que en nuestra democracia mexicana, se requiere un análisis y, en su caso, una modificación a la Ley en la materia para dar más certidumbre a partidos, políticos y, particularmente a ciudadanos, para garantizar una mejor transición democrática.

Queda la lección de que, en este ejercicio, debe respetarse la voluntad ciudadana y que, en una democracia como la nuestra, un voto o mil o más, son suficientes para legitimar no sólo el deseo de una fracción de la ciudadanía, sino el deseo popular de vivir en una sociedad pacífica y ordenada.

A partir de esto, queda hacer un llamado a las diferentes fuerzas políticas del país y del estado, a colaborar para generar certidumbre en el recorrido que debemos transitar en una época que se antoja difícil pero que, a través del diálogo y el debate, permita a todos generar las condiciones para vivir en con dignidad y en paz, así mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.

La lección está dada. Y sobre este particular no nos queda más que unir esfuerzos, más allá de colores e ideologías, en un objetivo común: el fortalecimiento de la democracia en México.

No será con las descalificaciones ni con los enfrentamientos como logremos solucionar las diferencias propias de la pluralidad, sino es por medio de un actuar y pensar maduro que permita a todos, triunfadores y derrotados, a revisar estrategias y planteamientos para mejorar en bien de la sociedad en general.

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