El obispo de Tlaxcala, llama a la unidad familiar

02 enero, 2012

* Mensaje del Obispo de Tlaxcala, Francisco Moreno Barrón (Homilía primero de enero)

Feliz Año Nuevo”, hermanos. Mis primeras palabras en este día las quiero elevar a Dios para que nos permita en este año que inicia, aprovechar nuestro tiempo, mucho mejor que en el año anterior. Que Dios los bendiga y que si un propósito hemos de tener este año, sea el de acercarnos más a Él que es la Verdad y la Vida.

Sólo así nuestra vida tendrá más sentido y verdadero sabor. Pido al Señor que esa santa y antiquísima bendición con que el judío bendecía a sus hijos, sea una verdadera realidad en todo este año que inicia: “Que el Señor nos bendiga y nos proteja, haga resplandecer su rosto sobre nosotros y nos conceda su favor. Que el Señor nos mire con benevolencia y nos conceda la paz’.

Y nuestra Madre la Iglesia siempre quiere que empecemos el año haciéndonos entender pero sobre todo sentir el amor de nuestra Madre María, “La Madre de Dios”. La encarnación del Hijo de Dios y todo lo que hemos vivido en estos días por supuesto que es obra del amor infinito de Dios.

Pero si a una creatura tenemos que reconocer su disposición a obedecer y colaborar con Dios para la salvación de los hombres, esa creatura sin duda que es María. Porque María fue la preciosa mujer que como nadie supo decir a Dios y su ángel: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Ella –como hoy nos dice el Evangelio-, supo: “guardar todas esas cosas y las meditarlas en su corazón”; porque ciertamente hubo muchas cosas que María no entendió de la obra de Dios, por la grandeza de las mismas obras y por lo misterioso que es para los hombres el actuar de Dios. Por eso María se nos muestra aquí como “Madre y Maestra”, porque hoy nos enseña que no por haber dicho “sí” a Dios, entonces todo ya es claro o de acuerdo a lo que esperábamos. El “sí”  de María le hizo entrar en el misterio de Dios, pero a la vez, nunca dejó de ser Dios un misterio para ella.

Y ésta es una gran enseñanza para nosotros, especialmente los que de alguna manera le hemos dicho “sí” a Dios aceptando un compromiso más personal para servirle, sea como catequistas, ministros o sacerdotes: jamás esperemos entender “lógicamente” y completamente el obrar de Dios; jamás esperemos que las cosas sucedan como las pensamos. ¡Hay que meditar en el corazón!…

Porque habrá muchas cosas que no entendamos y si no meditamos y no guardamos en el corazón, no podremos entender por qué hay que nacer en pesebre cuando se puede nacer en cuartito preparado hasta con juguetitos de Disney; porque si no los reveces de la vida nos parecerán abandono de Dios y entonces no habremos entendido absolutamente nada.

Debemos entender, queridos hermanos, que a veces, para hacer las cosas buenas, hay que decir “sí” y después meditarlo fuertemente en el corazón y no al revés: meditarlo mucho para por fin decir sí. Cuando Dios llama y cuando el bien apremia, hay que decir sí y luego averiguar.

Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos bendiga con esa fe hermosa que le llevó a meditar y entender mejor que nadie el misterio del amor de Dios, aceptando a su Hijo en su mente y en su corazón y en todo su ser. Ella es nuestro modelo de encuentro con Cristo. Que como esos humildes pastores, en todo este año que Dios nos da la gracia de hoy iniciar, nosotros también podamos “contar lo que se nos había dicho del niño” para que “cuantos lo oigan, queden maravillados”.

Madrecita mía: Me pongo ante ti: Como en las Bodas de Caná llévame ante Jesús y dime: “haz lo que él te diga”. Eres mi tesoro, Madre. Ayúdame en este año a meditar la palabra de tu Hijo tal como lo hiciste tú.

Amén. Y ya espero a los Santos Reyes.

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