Volvió Piedras Negras a la México, para cobrar tributo a su sangre 

22 marzo, 2017

Una cornada certera en el recto, y al parecer grave, fue la que recibió Antonio Romero hoy en la Plaza México cuando hacía la mejor faena de la tarde al cuarto toro de Piedras Negras, ganadería tlaxcalteca que hoy volvía por sus fueros -tras 22 años de ausencia- para cobrarse este tributo de sangre.

Quizá esas puntas tan astifinas como ya se ven poco, que hasta se hicieron escuchar con nitidez de navaja al partir un capote, fue lo que sembró la preocupación entre las cuadrillas y el interés de la gente, que estuvo atenta a todo cuanto aconteció sobre el redondel. Y eso ya vale en tiempos de tanta monotonía.

Pero desde luego que la corrida no reunió las condiciones de auténtica bravura para haber sido considerada como buena, no obstante que el público se volcó con los toros de la divisa rojinegra tal vez más por nostalgia del regreso de un hierro fundacional de la cabaña brava mexicana, que por el juego que ofrecieron los ejemplares de un encierro disparejo en todo: presentación, hechuras y juego.

Lo que sí resulta innegable es la diferencia de ver lidiar toros como éstos, que exigen toreros con oficio y el corazón bien puesto, que conozcan el encaste, y que sepan resolver la papeleta con mayor solvencia.

Desde luego que será muy difícil que las figuras se quieran apuntar a matar una corrida de Piedras Negras en la próxima Temporada Grande, pero la empresa debe dar cabida también a esta ganadería en su elenco, porque si se le promueve adecuadamente llevará más público a los tendidos. Ya habrá toreros valientes que se animen a salirles, pues ciertamente un triunfo con toros de esta casa reviste un logro especial.

La entrada mejoró con respecto de la del domingo anterior, teniendo en contra el puente vacacional, y eso ya es un pequeño avance de cara al resto de las corridas de oportunidad de esta campaña denominada «Sed de Triunfo», donde se están viendo algunas cosas relevantes.

El que iba mejor librado de la cuarteta de hoy era Antonio Romero, hasta que sobrevino esta dolorosa cornada. El zacatecano estaba entendiendo a cabalidad las condiciones de un toro bajo y armonioso -muy en tipo- y hasta se gustó en los redondos, que tuvieron trazo y en los que hizo gala de una magnífica colocación, dejando entrever su madurez taurina, a pesar de lo poco que torea.

Al rematar una buena tanda con la diestra, el toro le echó la cara arriba, pues le adelantó un poco la suerte, y lo derribó para meterle el pitón cuando el torero estaba indefenso sobre la arena. Fue certero «Caporal» y le hundió el pitón izquierdo.

En el momento dio la impresión de que el «tabaco» había sido en la parte posterior del muslo derecho, pero minutos más tarde se confirmó que era era en el recto. Por eso no se pudo parar Antonio a continuar con su labor, pues de haber sido en el muslo, seguramente hubiese hecho el esfuerzo de mantenerse en el ruedo, fiel a esa casta que lo ha sacado adelante en trances similares.

El Chihuahua dio cuenta de este toro, al que le quiso robar algunos muletazos, ante el descontento de un sector del público por no darle muerte con prontitud. No se quería quedar Antonio con las ganas de ver si por ahí le ligaba un par de pases dignos, pues ya había abreviado con el marrajo que abrió plaza, y al que mató con eficacia tras una faena de aliño, lo que no pudo hacer con “Caporal” y tampoco con el otro que le tocó como premio, que se movió pero sin calidad ni duración.

La nota triste del regreso de Piedras Negras fue esta cornada a Antonio Romero, que con su actitud y buen hacer seguramente le alcanzará para volver al coso de Insurgentes acartelado en mejores condiciones. 

Por ahora, hay que esperar que salga adelante de esta mala jugada del destino, que por momentos evocó, simbólicamente, la tremenda rivalidad que en la Época de Oro del Toreo de México enfrentó a Tlaxcala y Zacatecas, las dos potencias taurinas de aquellos esplendorosos años.

Fuente: AL TORO MÉXICO 

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