Por el rigor de sus palabras, víctimas de la intolerancia

03 mayo, 2016

Desde 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa. El propósito: «fomentar y reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática».

La fecha se eligió para que coincidiera con el aniversario de la Declaración de Windhoek, en la cual los representantes de medios de comunicación africanos que participaban en un seminario organizado por la UNESCO en la capital de Namibia, elaboraron un documento donde se recogían los principios de la libertad de prensa.

Para la UNESCO, el Día Mundial de la Libertad de Prensa es una oportunidad para celebrar sus principios fundamentales; evaluar su situación; defender a los medios de comunicación de los atentados contra su independencia y rendir homenaje a los periodistas que han perdido la vida en el cumplimiento de su deber.

En este 2016 la celebración adopta estas tres perspectivas: la libertad de información como libertad fundamental y como derecho humano; la protección de la libertad de prensa frente a la censura y el exceso de vigilancia; y la garantía de la seguridad del periodismo en Internet y fuera de ella.

Según Wikipedia, cada año la Unesco conmemora esta fecha para rendir tributo a los numerosos periodistas alrededor del mundo que por decisión profesional ponen en peligro sus vidas en el esfuerzo de informar a sus sociedades y de promover el libre flujo de la información.

En este contexto, en su más reciente informe anual sobre la libertad de prensa, Freedom House clasificó a México como “país no libre” en la materia y uno de los lugares más peligrosos del mundo para los periodistas y trabajadores de los medios de comunicación.

Por si fuera poco, por quinto año consecutivo esa organización ubicó a México en la misma categoría que Venezuela, Ecuador, Honduras, Venezuela y Cuba, en el continente americano.

En el recuento de 2015 destacó, entre otros lamentables asuntos, el asesinato de cuatro reporteros, ataques cibernéticos a medios en línea y campañas de desprestigio contra periodistas en las redes sociales.

Freedom House cita informes del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), según los cuales al menos 36 periodistas y cuatro trabajadores de los medios han sido asesinados desde 1992; en tanto que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) registra 107 periodistas asesinados de 2000 a 2015, y Artículo 19 documentó siete asesinatos el año pasado.

Frente a ese ambiente de violencia, señala esa organización, los periodistas no cuentan con la debida protección gubernamental.

Afortunadamente en Tlaxcala, por el desempeño del oficio u profesión (como se le quiera llamar a esta noble actividad; la mejor del mundo, diría el célebre Gabo) no ha habido decesos que lamentar de compañeros del gremio. Tampoco es lo deseable y ojalá nunca los haya.

Sin embargo, una realidad inocultable e inobjetable es que existe gente que detenta el poder en cualesquiera de sus formas, que desearía que sobre la faz de la tierra los periodistas no existiéramos. Sin nosotros, ellos serían felices, pues no habría quienes documentaran y exhibieran sus excesos y omisiones.

Les somos incómodos por estar donde no debemos estar; por escuchar lo que no debemos escuchar; porque investigamos lo que no debemos y cuestionamos lo que no debemos. Al menos eso piensan quienes están, por decisión propia, sujetos al escrutinio público, pero que no lo aceptan ni toleran porque ven afectados sus intereses de grupo o, invariablemente, personalísimos.

Y actúan así, sobre todo, aquellos mercenarios y arribistas que han encontrado en el ejercicio de la política la mejor manera de saciar sus ambiciones, sin que les importe pisotear los derechos fundamentales de otros, con la consecuente violación a nuestro Estado de derecho.

Ejemplo de ello es Bernardino Palacios Montiel a quien -la semana pasada, en un acto en el que vendió su causa al PRI- le afloró su carácter belicoso y troglodita, aderezado con una alta dosis de intolerancia.

Quien dirigiera en su momento los destinos del Partido Alianza Ciudadana, azuzó a sus huestes en contra de mi colega Javier Conde Gutiérrez, director del portal de noticias Índicemedia y compañero de mil batallas en la talacha periodística durante casi un cuarto de siglo.

A Palacios Montiel le disgustó sobremanera que el ex reportero de El Universal lo cuestionara sobre diversos temas incómodos. Pero la reacción de ese “político” no se limitó a arengar a sus compinches contra el reportero, sino que por su incontinencia verbal cayó en la difamación al asegurar que los cuestionamientos del periodista obedecieron a que era un enviado pagado por el clan de los Ortiz (Héctor y Serafín).

Ahora, el iracundo Bernardino Palacios Montiel tendrá que probar su dicho ante la autoridad competente y será ésta la que deslinde responsabilidades y aplique las sanciones correspondientes, de acuerdo con las leyes en la materia.

A propósito de esta lamentable agresión, vale la pena recordar que tanto en la Procuraduría General de la República (PGR), como en la de Justicia del Estado (PGJE), se han acumulado aproximadamente dos decenas de denuncias presentadas durante los últimos años por los compañeros del gremio.

Lamentablemente, ni una ni otra dependencia ha esclarecido caso alguno. Tal parece que por desinterés o intereses obscuros el peso de la impunidad inmoviliza las investigaciones, mientras los presuntos agresores siguen su vida como si nada. Al fin y al cabo gozan de un pasaporte de inmunidad.

La efeméride de este 3 de mayo que sirva, pues, para alzar la voz por dos temas: exigir respeto irrestricto a la libre expresión; y que las autoridades –estatales y federales- esclarezcan todas y cada una de las denuncias presentadas por los compañeros del gremio. No queremos más impunidad. Demandamos que los responsables sean castigados, sin importar quienes sean ni el color de la camiseta partidista que porten.

Mi solidaridad para los compañeros que, por el rigor de sus palabras, han sido víctimas de la intolerancia de aquellos que se creen todopoderosos.

¡Que viva la libertad de prensa!… 

Nuestra gratitud a Fabián Robles Medrano por mostrar su solidaridad en tiempos de una incipiente democracia. 

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