18 marzo, 2016
En unos días más las campañas electorales para la elección de gobernador del estado iniciarán, y consigo una guerra mediática sin cuartel en contra de quienes busquen llegar a la silla principal de Palacio de Gobierno, por lo que será cruenta la batalla entre los principales actores políticos.
Sin embargo, nos quedará la duda de qué aspirante pueda estar libre de sospechas, cuál de ellos podrá demostrar que su vida -política y personal- es tan clara como una urna de cristal y más aún quién de ellos será el más tolerante y abierto hacia las críticas que vierta la ciudadanía y la prensa sobre su pasado y presente.
El hecho es que los propios aspirantes deberán demostrar un discurso congruente, apegado a la realidad que vive el estado, y más aún que no retome la continuidad bajo superficialidades, sino que analice la realidad y las verdaderas soluciones para Tlaxcala.
No será mediante discursos falacios cómo los abanderados intenten ganar el voto razonado, el voto pensante porque entonces se encontrarán un sufragio efectivo pero en su contra; lo que importa es escuchar planteamientos sólidos y respuestas inteligentes, pero sobre todo que convenzan.
En el amor y en la guerra de todo se vale como dicen popularmente, por lo que entre mayor apertura habrá más confianza en los candidatos para decidir por quién votar; los oídos sordos de los abanderados son y serán el cúmulo de lo adverso en los resultados electorales del próximo cinco de junio. Y por cierto, que los aspirantes digan que fue por culpa de la prensa.
Bajo esta tónica, las campañas están a punto de arrancar, por lo que entonces veremos qué tanto han cambiado estratégicamente de una elección a otra, cuál impactará positivamente en el electorado, pero sobre todo en cuál «war room» -cuarto de guerra- se emplea más lodazal.
Finalmente, el PRI irá con su voto duró, lamentable el más manipulable, mientras que el resto buscará la estrategia más audaz para contrarrestar meterse a la lucha electoral, pero lo cierto es que veremos más circo que campañas de altura; si me llego a equivocar ya sabré rectificar en mi dicho públicamente en su oportunidad, pero no creo fallar.
* Escribe JAVIER CONDE GUTIÉRREZ
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