Opinión: Inteligencia/ Índex Feu/ Edgar R. Conde Carmona

09 febrero, 2016

Para llegar a un cargo de elección popular, quien aspire a él, ha de tener la inteligencia y el sentido común necesarios para tomar las medidas que garanticen su triunfo.

Claro ejemplo de este aserto lo apreciamos durante la sucesión del gobierno priísta de Enrique Peña y Eruviel Ávila, en el estado de México.

En aquella ocasión, el entonces gobernador Peña Nieto tenía su delfín. Y sin embargo, frente a las escasas posibilidades de su preferido, tuvo que recular.

Quien en ese momento representaba un triunfo para el PRI era Eruviel Ávila, quien por cierto pertenecía a un grupo antagónico del entonces gobernador.

La prioridad, entonces, era garantizar el triunfo del partido en el poder. Si la estrategia hacia mantener el gobierno del estado de México, se garantizaba en gran medida el triunfo en las elecciones presidenciales.

Y para tomar la decisión era indispensable actuar con inteligencia y sentido común.

Para mala fortuna del PRI en Tlaxcala, la fórmula parece no aplicarse, con el consabido riesgo de perder, más que ganar.

Existen cada vez más indicios que varias candidaturas a alcaldías por el Revolucionario Institucional, toman rumbos inciertos que ponen en riesgo la propia candidatura a la gubernatura.

Desde el propio equipo del ya ungido candidato tricolor corre la versión de que en algunos municipios importantes, la designación de candidatos se decantará por un factor mezquino: dinero.

Todo apunta a que, en su afán de conseguir a como dé lugar la gubernatura, el ya candidato priísta empieza a negociar con quienes aporten dinero a su campaña para entregarle candidaturas.

De incurrir en este craso error, el partido en su conjunto corre el riesgo de pasar de una primera fuerza política a un deshonroso tercer o cuarto sitio.

Particularmente porque quienes puedan aportar dinero no garantizan los elementos necesarios para consolidar una candidatura: votos.

Hace falta que el sentido común y la inteligencia hagan raíces en el búnker priísta, a efecto de garantizar un triunfo claro e inobjetable.

En caso contrario, no se llamen engañados ni arrepentidos, si el voto ciudadano no les favorece.

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