08 julio, 2015
Poco a poco, los hechos le dan la razón a #IndexFeu: nuestro Congreso local tiene todo… menos honorabilidad.
La escaramuza, ahora provocada por el ex presidente de la Junta de Coordinación y Concertación Política del Congreso de Tlaxcala, Baldemar Cortés Meneses, así lo hace ver.
La manzana de la discordia encarna en el supuesto de que algunos legisladores recibieron 2.5 millones de pesos por votar a favor de la reforma política-electoral de Tlaxcala.
Le resta honorabilidad a nuestro Poder legislativo que, en caso de ser cierto, algunos se descubran mercenarios de la política.
Pero también le resta honorabilidad que, a manera de venganza política, haya voces que acusen, sin aportar pruebas, de actos deshonestos y de corrupción al interior de la Cámara de Diputados.
Todavía más deshonroso resulta que diputados correligionarios se disputen un cargo al interior del Congreso cuando lo prioritario es la Representación ciudadana.
Pero más allá de las transas, que per se son inadmisibles y deshonestas, le resta honorabilidad al Congreso que uno de sus integrantes acuse de un delito grave y se guarde esa información.
Quizá el ocultamiento no sea más que un arma política para no quedar fuera de la repartición de dinero y, antes que nada, sea una arma para la negociación política, víspera de tiempos electorales.
En cualquier caso, Baldemar Cortés Meneses tiene frente a sí la gran oportunidad de convertirse en un verdadero estadista y dejar el papel de mercenario de la política.
De esta manera, el ex presidente de la JCCP del Congreso de Tlaxcala está obligado a dar a conocer los nombres de aquellos diputados que vendieron su voto.
También está obligado el señor Diputado a aportar las pruebas necesarias, so pena de perder credibilidad.
Y ante todo, el diputado Cortés Meneses, tiene la obligación moral de presentar una formal denuncia ante las autoridades competentes por el actuar deshonesto de sus compañeros.
De otra manera, se confirmará que en el Congreso de Tlaxcala abundan transas y deshonestos diputados.
Edgar R. Conde Carmona