Niñas de la Caridad…

27 julio, 2015

* En la Casa Hogar Infantil de la Caridad habitan 16 niñas víctimas de maltrato y abusos.

Por JAVIER CONDE/CRÓNICA

De pronto sus pasos se perdieron con el paisaje. De pronto, su infancia quedó atrapada en la penumbra. De pronto sufrieron en demasía. De pronto quedaron en la desventura. Frente a frente comenzaron a desafiar su propio destino. No todo está perdido. De pronto vieron una estrella que guiaba su sendero.

Rostros inocentes. Rostros ávidos de amor. Ojos divinos. Ojos empapados de rencor. Pequeños labios que le cantan al día. Pequeños labios que oran. Manos diminutas que juegan con un oso de peluche. Manos que hacen intersticios en el aire. Ellas son las Niñas de la Caridad.

Vaya azares. Víctimas de su propio destino. Víctimas de sus padres. Víctimas de las circunstancias. Víctimas de las injusticias. Víctimas del abandono. Y aquí en la Casa Hogar Infantil de la Caridad de Huamantla, su único horizonte es idealizar el mañana. Y aquí buscan que no sean niñas de la calle.

Éste es su refugio. Su hogar. Aquí comen. Aquí se bañan. Aquí rezan, Aquí reciben atención médica y psicológica. Aquí está la órbita de sus fantasías. Aquí está ese cuarto de los juguetes donde abundan las muñecas y los peluches. Aquí las pequeñas comadres -como ellas se han bautizado- tratan de cavar su pasado.

En este verano, todos los días el viento baila con el silencio. Octave Feuillet, relata en su libro “La Novela de un Joven Pobre” que Máximo Odiot, ese hombre perfecto gentilhombre, cautivador en su brillante humildad espiritual decía:

“Quiero encarar frente a frente mi destino para quitarle trazas de espectro, quiero abrir mi corazón donde desborda el pesar”.

Y cómo pensar que de las 16 menores de edad en situación de riesgo, cuatro hayan sido violadas por sus padres o padrastros. Cómo imaginar que algunas lleven quemaduras sobre su tierna piel. Un tatuaje horripilante.

Todas ellas provienen de hogares disfuncionales. Todas ellas han recibido maltrato y abusos. La mayoría cuenta con su madre, pero hay madres que ni madre tienen como Carolina quien salvajemente quemaba con cigarro en los brazos a la pequeña Jessica quien padece de sus facultades mentales.

Jessica tampoco habla ni escucha, pero si convive con el resto de sus compañeras. Las demás si han aprendido a lavar, a asear su cuarto, a valerse por sí mismas. El escritor José Martí dice que hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para ser dichosas.

Los derechos universales

La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1948, reconoce que los niños deben ser objetos de cuidados y atenciones especiales.

En la República Mexicana en el Decreto Ley No. 76 de 1984 dispone la creación de una red nacional de centros de asistencia social, donde alojar y atender menores de edad, carentes de amparo familiar, proporcionándoles condiciones de vida que se asemejen a las de un hogar.

Francisco Díaz Herrera, es el presbítero que ha luchado incansablemente al igual que Graciela y Guillermina Torres a lo largo de siete años para buscar el sostenimiento de esta casa hogar. Las Niñas de la Caridad viven en un espacio digno donde el orden, la pulcritud y el acercamiento con Dios prevalecen.

El Hogar Infantil de la Caridad se encuentra clavado en un predio de 300 metros cuadrados de construcción en un ejido en el municipio de San Luis Huamantla. El albergue cuenta con 24 recámaras y tiene un cupo máximo para cien infantes.

Fabricantes de sueños

En aquel cuarto, el de las fantasías Adriana, Guadalupe, Martha, Eugenia, Alondra, María de la paz y las demás comadres -se les cambian sus nombres por obvias razones- dejan aquellos sufrimientos y se introducen en ese espejismo donde abundan los cuentos de princesas.

Sí, en ese mundo donde la imaginación no tiene límites, en ese espacio donde construyen sus castillos de cristal. Quizás sea el único sitio donde olviden una página de su recia historia.

Ya lo dice la escritura sagrada Bhagavad-Gita, aquel clásico religioso del mundo  que «quien domine su mente tendrá en ella a su mejor amigo, pero quien no haya conseguido hacerlo, su mente será su enemigo más temible». Y las pequeñas luchan a diario contra el fantasma de su pasado.

En el cuarto de juguetes todas ellas se divierten, disfrutan películas infantiles, simplemente se atreven a soñar. En el recorrido por esa casa hogar hay una pasillo muy largo. En cada puerta hay un dormitorio, cada una de las camas están perfectamente tendidas y en medio de las mismas hay un muñeco de peluche.

En otro extremo del edificio está una capilla donde dos veces al día buscan acercarse al creador. Mahatma Gandhi proclamaba que «el amor y la verdad son las dos caras de Dios. La verdad es el fin; el amor es el camino».

El canto del pájaro

Aquí entre cánticos dedicados al eterno también han aprendido a tocar instrumentos musicales. Aquí en esta casona que queda por momentos en silencio sólo se escucha el canto de un pájaro en las ramas de un árbol. Aquí las damas voluntarias como Blanca Cabrera Escamilla y Rosa Neblina sólo ofrecen amor.

Entre los huéspedes de este lugar se encuentran niñas maltratadas, violadas, rebeldes, dulces, tiernas, pero la mayoría necesitadas amor. Por ejemplo, este cronista le preguntó a Adriana, de diez años por qué estaba en ese lugar y ella respondió tajante: “por mi comportamiento, soy una niña problemática”.

Entre lo poco que dijo es que en su hogar aprendió a ser rebelde, que sus padres se peleaban continuamente y que en su nuevo hogar encuentra armonía. Los adultos quienes conviven con ellas como Blanquita señalan que para convivir con las niñas hay que tener dos cosas: Un noble corazón y un temple de acero.

Cuenta que el pasado de algunas de ellas es doloroso, pero termina por decir que es una tarea de Dios, la cual tarde o temprano tendrá una recompensa. “Siempre trabajamos incesantemente para evitar que sean niñas de la calle”.

Transitar por los pasillos de los dormitorios  es un encuentro, una exploración con la mismísima realidad. Y nuevamente surgen las dudas, estallan las preguntas, afloran los indescifrables misterios del por qué a los 16 habitantes de este lugar les tocó vivir esa amarga y triste realidad.

Incluyendo la de Carlitos, el único pequeño de cinco años que habita en ese lugar donde este periodista tuvo un encuentro vago con cada una de las historias de las Niñas de la Caridad.

De su sufrimiento, amargura, no habrá jamás el sello de la información sensacionalista; de estas historias de pavura se quedarán clavadas en mi mente; de su sonrisa y nobleza de aquellas peques las llevaré en mi corazón. Y ojalá que los pétalos de esta flor se abran para que surja la joya del yo interior como es la filosofía del Mantra Hindú.

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