«Han matado tres veces a mi hijo»: Mario

19 noviembre, 2014

Mario, padre de César Manuel González Hernández, aquel normalista de Ayotzinapa desaparecido desde el pasado 26 de septiembre rompe el silencio para dibujar lo que es un país, con dolorosas asignaturas, para volver los ojos al origen y recordar aquellos pasajes de la vida de su hijo.

En una gélida tarde, donde el viento bailaba con el silencio, en uno de los lugares más emblemáticos de Huamantla, que es la plazuela del “Dulce Nombre”, Mario González accede hablar con este reportero y rememora desde que su hijo estaba en el vientre de su madre hasta la última palabra que cruzaron.

El huamantleco cita los pasajes de su progenitor, desde que decidió ser instructor del Conalep, de su inquietud por irse a estudiar a Ayotzinapa y aquel momento, cruel y doloroso justo cuando timbró aquel teléfono móvil para darle la fatídica noticia de que su hijo había desaparecido.

Y no deja pasar el momento para hablar de los contrastes de Guerrero, de la violencia en México, de la inseguridad, de las protestas, del escenario nacional, de los periodistas, de los anarquistas, de los normalistas, del presidente de la República, de Jesús Murillo Karam, de José Luis Abarca, del PRI y PRD, así como de la vida y de la muerte.

También expresa que regresó a Huamantla -este lunes 17 de noviembre- para preparar la bienvenida a la caravana de padres de familia que llegará en las próximas horas a Tlaxcala y que se enmarcará con una marcha en la capital del estado.

Sin embargo, Mario González hace un freno al dolor, a la incertidumbre que no cede y hace una reminiscencia, que es un recuerdo vago del pasado y suelta a bocajarro: “desde que César Manuel estaba en la barriga de su mamá me alegraba tocarlo, saber que sería mi primer hijo varón, me encantaba platicarle”.

“Desde pequeño fue inquieto algo que no entendí por qué le gustaban tanto los caballos, siendo que en la familia no tenemos afición por los mismos, él se montaba, disfrutaba galopar a un corcel y era muy aficionado a los jaripeos”, subraya.

– ¿Cómo recuerda a su hijo? ¿Usted qué pensaba cuando estaba en el vientre de su madre?…

-“Mira eres el primer periodista que me hace una pregunta de este tipo y créeme que estaba bien contento porque tendríamos a una pareja, un hombre y una mujer, mi hijo siempre fue feliz”, responde con la voz entrecortada.

“Cuando nació fue un orgullo, le tomé un cariño muy especial porque llevaría mi apellido, recuerdo cuando le regalé su primer carrito para que jugara, pues en la familia tenemos la afición de correr automóviles en la tradicional Carrera de Carcachas dentro de la Feria de Huamantla”, dice.

Los paredones…

Entre dos capillas del siglo XVIII, entre viejos paredones de la plazuela del Dulce Nombre, Mario decide evocar al pasado, por momentos lo acaricia, pero son inevitables las respuestas entrecortadas de su hijo que tenía apenas 20 días en Ayotzinapa y con un futuro prometedor.

Indica que hasta hace unos meses era instructor del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) y que vivió de cerca la pobreza que hay en las zonas rurales de Tlaxcala, pero “debo decir que no es comparable, en nada, como la que padece el estado de Guerrero”.

“Me dijo que en varias ocasiones estar en ese tipo de lugares lo había madurado, que estar en la pobreza uno se contagia al grado de tener o no para comer… sin duda, César Manuel, había cambiado, no era el mismo joven tan inquieto y créeme, yo no sabía que había buscado un lugar en Ayotzinapa, pero cuando me dio la sorpresa me alegré mucho”.

El calvario…

Con esfuerzos, explica que su hijo viajó hasta Iguala, Guerrero, en el mes de julio pasado y que tenía con él  comunicación continua. “Cuando llegó el primer día hablo y me dijo que cómo seguía, yo estaba enfermo, le respondí que mejor, que hiciera el esfuerzo por ser un buen alumno”.

“César me dijo que si seguía mal se regresaría a Huamantla, para que nos ayudará con los gastos de la casa, pero le dije que no, que hiciera un esfuerzo por ser alguien en la vida, y así seguimos charlando hasta que el 27 de septiembre recibí una llamada de la normal de Panotla”.

Y las manos del padre del joven estudiante huamantleco se cruzaron; las venas y los músculos de su rostro se contrajeron. Sus movimientos eran visiblemente trémulos. Hubo varias pausas para poder responder a la cruda pregunta de este reportero.

En estas tramas no hay ciencia ficción, sino registros confusos, inexactos, divagos de una realidad muy cruda e inhumana. Escuchar dicha narración en verdad pone en vilo al corazón.

¿Cómo se enteró de la desaparición de su hijo?…

– “El 27 de septiembre me hablaron muy temprano unas estudiantes de la normal rural Benito Juárez de Panotla, Tlaxcala quienes me dijeron que si era el papa de César Manuel, yo les respondí que sí”.

“Me comentaron que me fuera para Ayotzinapa, que algo muy grave había pasado, que se había registrado un tiroteo, que varios alumnos estaban muertos y otros desaparecidos, pero jamás me dijeron que mi hijo estaba dentro de los 43 normalistas”. En ese instante la prosa de Mario se volvió desgarradora.

El afligido padre recurrió a un inevitable suspiro seguido de unas contundentes palabras: “prometí no llorar, le prometí a mi esposa y a mis hijas que no volvería a Huamantla hasta encontrar a mi hijo… sabes el gobierno ha matado tres veces a mi hijo, y eso no es posible tengo la corazonada de que él está vivo”.

“En ningún momento, he sentido algún presentimiento como cuando le ocurriría algo en el fútbol o cuando montaba a caballo y salía lastimado, ahora no he sentido esa sensación de agobio… sé que Dios está de nuestro lado y sé que a los 43 normalistas los tienen escondidos, sé que son parte de una carnada”.

Las interrogantes…

El padre de César Manuel, relata que fue abrumador llegar al municipio de Iguala, de caminar por la escena del crimen, de escuchar una grabación donde los normalistas agredidos le exclamaban a sus agresores que hubiera alto al fuego porque no eran narcotraficantes y que solamente eran unos estudiantes que deseaban el bienestar del pueblo.

Y vaya que aquel párrafo del libro “Secuestrados” del periodista mexicano Julio Scherer encaja dentro de este relato. “En la zozobra veía mi muerte por mi propia mano, si Julio -su hijo- moría”. Mario, indica que él está dispuesto a todo. A buscar entre montes y valles a su progenitor. A entregar su propia vida para que César Manuel regrese a casa.

“No es posible que haya tantos contrastes en este país, en Tixtla, Guerrero, hay una severa pobreza; cómo imaginar que la autoridad estatal y federal, jamás notaran cómo el exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, se enriqueciera y que estuviera ligado al crimen organizado; estamos frente a un claro desgaste del sistema político”, añade.

– ¿Qué piensa del presidente de la República frente a los hechos?…

– “Que nos ha mentido, que nos ha dicho verdades a medias, que hay confusión en cuanto a las investigaciones”, responde.

– ¿Le convencen las palabras del procurador General de la República?…

-“No, él no han dicho información contraria, difusa, que no responde a nuestras exigencias y solamente a los peritos argentinos les creeremos porque han mostrado mayor senilidad que las autoridades mexicanas”, contesta tajante.

¿ Qué opina del escenario nacional?

– “Jamás pensé que esta noticia le diera la vuelta al mundo, jamás pensé que ministros, organismos internacionales, el papa Francisco y hasta en los estadios de fútbol la imagen de mi hijo estuviera ahí, pero gracias a la difusión de los medios de comunicación el gobierno se ha visto presionado para que sigamos con la búsqueda de nuestros hijos, aunque a algunos periodistas les ha faltado la veracidad para relatar la verdad”.

¿ Qué piensa de Jose Luis Abarca?

“ Que el gobierno lo tiene en un penal de máxima seguridad, para que no lo maten, pero la incógnita es por qué no ha hablado de lo que ocurrió el 26 de septiembre ¿por qué?”.

Es increíble que la población de Tixtla y de Iguala, sepan quiénes son los que generan violencia, los que han generado el fantasma del terror y el gobierno en todas sus esferas no actúan. “Me pregunto una y otra vez por qué le hicieron esto a 43 normalistas cuando muchos de ellos hacen servicio social en las zonas rurales de Guerrero”, externa.

¿Si le pudiera escribir una carta a su hijo que le expresaría?

“Que lo amo y que le prometo no regresar a Huamantla hasta encontrado, así venda todo lo que tengo. Hijo mío, debo localizarte porque te extraño mucho… más allá de ser padre e hijo seguimos siendo amigos”.

De pronto cayó la noche en aquel rincón y Mario González terminaba por confesar que no desea entrar a su hogar donde abundan los recuerdos de su hijo, pero señala que el creador está con él y que sólo él aplicará la justicia divina. “No pido más, sólo que  me regresen a mi hijo y yo salgo de Guerrero”.

Y entre las sombras que guarda noche, unos cinco estudiantes, integrantes de una banda de guerra tocaban con rigor sus tambores y cornetas como evocando los vientos del cambio y de la justicia. La charla terminó y  Mario caminó por aquel sendero por donde había luz tenue entre aquellos árboles que hacían muchas siluetas en el aire.

Sin embargo, la impotencia, la zozobra, el temor y la angustia no sólo la padece Mario y su familia sino un gran sector del pueblo que reclama justicia, y en la que uno que otro villano pretende desestabilizar lo que a millones de mexicanos no ha costado construir. Y la propia historia deberá tener un principio y un fin, eso es innegable.

* Redactado por JAVIER CONDE G.

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