El padre de César Manuel rompe el silencio: «Estoy orgulloso de mi hijo»

24 octubre, 2014

Con la frente en alto, mirando hacia el cielo, con la voz entrecortada el padre de César Manuel González Hernández rompió el silencio, ese que aturde, ese que mata silenciosamente las entrañas del corazón para decir en un mitin frente a miles de personas que exigen el regreso de 43 estudiantes de Ayotzinapa lo siguiente:

“El nombre de mi hijo es César Manuel, mi hijo tuvo la costumbre de querer ser maestro porque se metió a trabajar en CONAFE, y de ahí, aprendió lo que era la sierra, la pobreza de los que viven allá y él me platicaba, papá quiero ser maestro”, exclamó.

En la capital del país, donde se reunieron los progenitores de los desaparecidos de aquel rojo 26 de septiembre que siempre será recordado en la vida social, estudiantil y política de este país, su padre César con los puños cerrados expresó un pasaje de la vida de su hijo.

“Él me decía papá yo quiero ser maestro para ayudar a la gente de la sierra no tenemos dinero para pagarle otro tipo de estudios pero lo que sí sé es que dónde quiera que este mi hijo yo estoy orgulloso de él porque él quería ser maestro”, subrayó.

Con los ojos sollozos, bajó del templete donde varios de los padres de familia hablaron. Los medios de comunicación nacionales dan cuenta de lo que cada uno de los padres expresó. Hubo palabras duras, de exigencia, de rechazo contra el sistema político, contra el PRD, contra el PRI, contra la propia historia que les tocó vivir.

Sin embargo, las palabras del padre de César Manuel a quien le gustaba montar a caballo en su tierra natal Huamantla, de subirse en automóviles antiguos en el taller mecánico de su abuelo, de mirar cada mañana hacia la montaña La Malinche conmovieron a propios y extraños.

En el evento masivo de ayer que reunió a casi 70 mil personas que partieron del Ángel de la Independencia de la Ciudad de México, hacia el zócalo capitalino donde familiares de los desaparecidos hicieron uso de la voz el mensaje del progenitor de César Manuel fue el más emotivo.

Y conforme los rayos del sol murieron en los paredones del centro histórico de la ciudad de México, la bandera de México seguía ondeando con el silencio y la enorme ciudad siguió con su eterno trajín; en tanto, en el estado de Guerrero se asemejaba a un pueblo en llamas, literariamente hablando. Así las cosas.

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