28 julio, 2012
Por la REDACCIÓN
Para Samuel Torres Briones la artesanía ha sido su vida. Todos los días dedica parte de su tiempo a hacer piezas en cerámica, madera, piedra o hueso, esto lo llena de satisfacción y le permite obtener el sustento para su hogar; pero además por esa actividad se ha convertido en uno de los creadores tlaxcaltecas más premiados a nivel nacional e internacional.
El originario de San Tadeo Huiloapan, Panotla, asegura que su aprendizaje fue empírico. Aprendió mirando el trabajo de los demás; empero, a través de la práctica y de la creatividad innata que heredó de sus ancestros, fue estilizando sus obras.
A sus 29 años, Samuel es uno de los artesanos con mayor prestigio en Tlaxcala, por ello el Fideicomiso Fondo Casa de las Artesanías reconoce su labor a través de la compra constante de sus piezas y la entrega de distintos estímulos por su talento y trabajo creativo.
El hombre, de tez morena y rasgos étnicos, ha obtenido galardones desde que tenía 21 años. En 2004 participó en el Concurso de Alfarería y Cerámica Árbol de la Vida, de Metepec, Estado de México, en donde obtuvo el primer lugar con una vasija al estilo de los patitos de Atlahapa, pero con forma contemporánea.
En 2005 ganó el Gran Premio de Arte Popular, con una talla en madera que mostraba las tradiciones de Tlaxcala, entre ellas “La Huamantlada”, una corrida de toros, un carnaval y una pelea de gallos, todo esto en una sola talla.
En 2006 también obtuvo un primer lugar en cerámica en el estado de Oaxaca, con un jarrón que tuvo una combinación contemporánea y prehispánica; tan sólo en 2011 se hizo acreedor a cinco distinciones, entre ellas al primer lugar de la edición 35 del Premio Nacional de la Cerámica en Tlaquepaque, Jalisco, con un nacimiento en miniatura de apenas un centímetro de alto.
Igualmente consiguió el primer lugar en Nacimientos Mexicanos, el Galardón Tlaxcala, el tercer sitio del Premio Nacional de la Cerámica en Tlaquepaque, Jalisco, y el segundo escaño en cerámica en el concurso estatal de Tlaxcala.
El ceramista goza de la destreza de un escultor y lo mismo realiza piezas de alfarería, que tallas en madera y piedra, entre ellas se encuentran animales amorfos, toros y aves, entre otros.
De hecho, domina varias técnicas que le permiten hacer una escultura en miniatura o una de gran tamaño. Trabaja la arcilla en frío o a temperaturas altas.
Menciona que su gusto por la artesanía es un hecho inherente a su vida, “no me di cuenta en el momento que aprendí a hacer piezas de barro, sólo que ya las estaba haciendo”.
Refiere que a los seis años de edad elaboraba sus propias piezas para jugar, ya que sus padres le compraban pocos juguetes.
“Yo vengo de una familia grande, fuimos siete hermanos, no había mucha solvencia económica porque mi padre es campesino; entonces yo reemplacé los juguetes que no tenía con la arcilla, hacia diferentes figuras, carritos, animalitos, cosas que veía a mi alrededor, creo que esa fue la chispa que me hizo artesano”, rememora.
A los 15 años, ingresó a un taller de alfarería que se impartió en su lugar de origen, ahí adquirió la técnica, pues el talento ya lo tenía. “Empecé con cosas sencillas, con alcancías de marranitos y otros animalitos, y seguí después con piezas contemporáneas”.
Sostiene que el sólo hecho de trabajar un material que puede moldear con sus manos lo inspira. “Me gusta expresar lo que veo y lo que vivo, así como lo hacían nuestros antepasados, pues en todos los objetos que usaban reflejaban sus vivencias”.
Su forma de vida es la artesanía y confiesa que le gustaría que sus hijos, Jazmín, de cinco años, y Cristofer Diego, de año y medio, decidieran ser artesanos, pues de su familia sólo él se dedica a esta actividad.
“La artesanías es mi vida, es algo que ya no lo puedo dejar de hacer, ya no es por el dinero, sino porque me gusta la forma que van tomando mis piezas, me gusta expresar cómo vive la gente de las comunidades, reflejar la vida cotidiana de Tlaxcala, su cultura y su gente”, finaliza.