¿DE VERDAD LES IMPORTA EL PAÍS?

17 julio, 2012

Escribe ALEXIA BARRIOS G.

La tolerancia y la paciencia son mucho más profundas y efectivas que la mera indiferencia.
Dalai Lama

La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida.
Octavio Paz

En la noche del pasado jueves, un campamento de 90 jóvenes católicos fue asaltado por un grupo armado. Cinco niñas fueron violas y otras tres sin consumar la penetración también abusadas sexualmente. Decenas de muchachos golpeados y vejados, sin que autoridad alguna hiciera algo para prevenir esta desgracia.

¿Alguien de los “indignados mexicanos” ha dicho algo al respecto? ¿Ya perdimos nuestra capacidad de asombro?

Cada día, no sólo empresas, comercios, gasolinera, sino condóminos de la Ciudad de México sufren extorsiones de parte de supuestos criminales. Nadie quiere denunciar, todos desconfían de sus autoridades.

¿Qué dice Marcelo Ebrard y las policías defeñas al respecto? Nada. Para ellas, la Ciudad de México “es la más segura”.

Ayer, la CEPAL dio a conocer que de América Latina, México junto con Guatemala, Nicaragua y Honduras son de los países que tienen el fuerte reto de reducir el problema de los jóvenes que no estudian ni trabajan -Ninis-, y cuyo impacto en la pobreza tiende a ser cada vez mayor.

México, dice Felipe Calderón y los coristas oficiales, es la mayor y más sólida economía de la región, pero no dicen que es uno de los países con más cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan. La población de 15 a 29 años la proporción es de 15.5 por ciento en promedio, mientras que en los 20 a 24 años es de 21 por ciento, y en el rango de 25 a 29 años el porcentaje es de 25 por ciento.

Luego vino el asunto de los reguetoneros detenidos, lo que provocó la ira policial del DF contra los jóvenes “delincuentes”. Y para rematar, sólo 6 mil 500 alumnos lograron su ingreso a una de las 99 licenciaturas de la UNAM, esto es, apenas un 10.32 por ciento de 62 mil 682 jóvenes que se presentaron al examen de admisión.

Vemos que en Atenco los estudiantes del #YoSoy132 radicalizan su movimiento y se alejan de lo que les dio vida y esencia política. Han partidizado su lucha y los partidos que defienden no les ofrecen hasta este momento nada, ni una coma en una propuesta de ley o política pública concreta para ellos; sólo discurso, sólo rollo.

¿Acaso alguien de los dirigentes políticos que dicen representar al pueblo, a los jóvenes, se ha puesto a pensar en una propuesta concreta para atender este grave, muy grave problema?

La discusión sobre escándalos coyunturales entre la clase política aún deja de lado temas torales sobre el destino del país. Detrás de los conflictos reportados con mayor frecuencia, que llegan a durar mediáticamente de dos a tres semanas, existe una serie de elementos informativos que en cualquier otro país estaría encendiendo los focos de alarma, no sólo por el alto grado de peligrosidad para la civilidad política, sino por los efectos sociales que conlleva.

Las imágenes proyectadas en los medios nacionales e internacionales de las ejecuciones y confrontaciones entre bandas de narcotraficantes confirman que el vacío de poder provocado por los gobernantes, es aprovechado por los capos. Los ajusticiamientos, sin sorpresa, alcanzan ya a la clase política, y ni así son capaces de reaccionar y mostrar un cambio de actitud.

Y qué decir de la economía. A pesar del empuje de algunas empresas, el país se sostiene mayoritariamente de los ingresos petroleros y las remesas. ¿En qué lugar está hora México en el ranking mundial de competitividad? ¿Cuántas de las recomendaciones emitidas por la Auditoria Superior de la Federación han sido atendidas para combatir la corrupción, para que se reembolse a las arcas públicas el robo, desvío y mordidas de funcionarios públicos de muy alto nivel?

En otro sentido, habrá que apuntar la forma en que todos los candidatos a la Presidencia de la República gastaron en operaciones electorales territoriales, sin la obligación legal de reportar sus erogaciones a ninguna instancia partidista o electoral; por si fuera poco, los propios partidos son únicamente responsables de haberse autorregulado con la reforma al COFIPE de 2007 y ahora, cínicamente, desvergonzadamente, le echan la culpa al IFE y al TEPJF de las omisiones y falta de claridad de la legislación.

¿O acaso habrá algún ingenuo que crea que vamos a saber si el operativo Soriana o el caso Monex fueron dineros públicos o privados? ¿O de los informes de cuánto gastó la Presidencia en llamadas a delegados federales, gobernadores y alcaldes para tratar de ayudar al PAN previo y durante la jornada electoral del 1 de julio? ¿O algún día los operadores del lopezobradorismo dirán cuánto lo que recibió y gastó el “Gobierno Legítimo” como lo demandan sus oponentes?

Son tiempos difíciles para una democracia incipiente, la cual ha sido rápidamente distorsionada por los mercaderes publicitarios y las amenazas fuerzas fácticas. ¿Quiénes ganan y quiénes pierden en esta lógica? ¿El país está en condiciones de sobrevivir este bombardeo mediático que poco a poco e calienta en las calles?

En este contexto la indiferencia y la apatía han ido ganando terreno frente a la pérdida de credibilidad y confianza en las instituciones. Los medios y los empresarios cada vez actúan más como actores políticos, ocupando espacios que anteriormente eran exclusivos de los partidos. Y los políticos y sus engendros (como el tal “Juanito” o el Quadri), cada vez forman parte de los shows mediáticos de la telebasura.

El mundo de las ideas que debía predominar entre los políticos ha quedado rebasado por el de los escándalos y las notas de interés que generen rating y resonancia mediática.

De ahí que los estrategas publicitarios se hayan impuesto sobre los estrategas políticos. La racionalidad del debate político se ha olvidado por completo y no se avizora cuándo aparecerá porque el escenario se llena de fanatismo e irracionalidad.

Especial atención merecen los efectos del narcotráfico que, sin mayores complicaciones, gana espacios de poder entre las comunidades rurales, imponiendo candidatos (o haciéndolos ganar, incluyendo lo mismo a los “izquierdosos” que a los priístas o “derechosos”) y orientando las obras públicas ; se convierte en el gran banco público para todo tipo de obras y acciones, tanto de las comunidades, las iglesias, los gobiernos municipales e, incluso, hay sospechas fundadas que también de los gobiernos estatales (Tamaulipas, por ejemplo).

El poder del narcotráfico es, quizá, uno de los peores dilemas a que se enfrentará la democracia mexicana por todo lo que lo rodea: en principio, porque territorialmente su poder está por encima de los tres niveles de gobierno institucionalmente constituidos y, en ocasiones, los suple al encargarse de la obra pública, de la dotación de satisfactores sociales y de recibir las demandas de la colectividad a cambio de la protección solidaria, la “aceptación social” y el reconocimiento a sus líderes.

Ante la crisis económica lacerante en el campo, los narcos se convierten en una alternativa para miles de campesinos que cambiaron el giro de sus sembradíos; en las ciudades medianas, la industria de la narcocultura es toda una fuente de empleo para millones de personas –por cierto todavía no analizada a profundidad— y en las grandes ciudades y centros turísticos, los casos de narcoempresas complejamente diseñadas y estructuradas financieramente son descubiertas después de varios años de operación.

En segundo término, porque cada vez con mayor frecuencia aparecen mezclados con actores que atentan contra la integridad nacional, como son los grupos armados o movimientos sociales, compartiendo no sólo los territorios y modos de acción, sino también el discurso nacionalista y de arraigo popular, tal y como ocurre en otros países de América Latina.

Y en tercer lugar, porque ya de manera abierta han dejado entrever sus alianzas políticas. El fenómeno de policías corrompidos por los narcos se pasó a los soldados, de éstos a los militares de alto rango, y de éstos, ahora, a la clase política.

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