ALGUIEN O TODOS ESTAMOS EQUIVOCADOS

19 julio, 2012

Escribe ALEXIA BARRIOS G.

Muchos, no sé cuántos, están preparándose para algo semejante a una guerra civil. Y no es la primera vez. Pasó en el 2006 luego del conflicto postelectoral y en 2008 previo a la reforma energética. De nuevo, esa misma sensación se respira en el ambiente. Se puede percibir en las miradas de la gente. Hay desconcierto y hay miedo que no logran percibir las partes en conflicto.

Conforme pasan los días del debate sobre el tema electoral, los “duros” imponen su lógica sobre el resto de los actores. Mientras del lado de los “salvadores de la patria” hay una tendencia cada vez más marcada a radicalizar las protestas y a explorar la posibilidad de hacer historia construyendo la revolución del 2010; en el otro lado, los del status quo,  del gatopardismo del sistema político (los alegres de que todo cambie para que no cambie nada) no cesan las acusaciones de que detrás de todos ellos hay una intentona golpista, un movimiento desestabilizador que lo mismo quiso caer al gobierno de Felipe Calderón y ahora pretende impedir que sea presidente Enrique Peña Nieto.

En los días recientes, corrientes de opinión van y vienen descalificando la siempre previsible reacción de los dirigentes, legisladores y seguidores del Movimiento Progresista. Desde que Andrés Manuel López anunció la integración de sus comandos en defensa de la democracia (como en 2008 hizo lo mismo con la defensa del petróleo contra la reforma energética), al menos la población “leída y escribida” del país, sabía que su plan de resistencia civil estaba reciclándose una vez más para provocar un impacto mediático.

Y tan sabían qué iba a pasar que el PRI y el PAN; Televisa y TV Azteca; diarios moderados, conservadores e izquierdosos a modo, tenían listos sus arsenales para atizar el descontento social entre las dos partes en conflicto desde las pantallas de televisión, las plumas reconocidas y los programas informativos radiofónicos.

De un lado, se descalifica al contrario como vendepatrias, traidores, derechistas, entreguistas, espurios, peleles y usurpadores (ahora han incrementando el vocabulario como “pendejos”, “corruptos”, “pobres vende votos”, “miserables muertos de hambre sin dignidad”); del otro están las calificaciones de golpistas, alborotadores, secuestradores de la democracia, intolerantes, violentos, nacos y huevones. Hasta ahora el único que se deja escuchar entre la población es éste, el que atiza el odio; el otro, el debate despartidizado, científico y centrado, ese nadie quiere oírlo.

Del lado del poder también se atrincheran y marcan sus posiciones basados en los acuerdos con las élites empresariales, con el reconocimiento de los gobiernos extranjeros, con los consorcios mediáticos, con las negociaciones del status quo del viejo sistema que poco a poco se asoma de nuevo con sus dientes afilados a la espera de volver a operar. Consideran que con ello es suficiente para imponer la mayoría parlamentaria y hablar “de democracia”.  Las izquierdas se automarginan y las derechas se unifican para comerse al país como siempre lo han hecho. Ambos bandos equivocan el camino; el país no podría aguantar tanto.

Pero del lado de los “defensores de la patria”, tampoco cantan mal las rancheras para inflar sus protestas. Además del neocorporativismo que practican todas las organizaciones pro vivienda, pro taxista y pro puesto ambulante, que le da vida a una parte importante de las adelitas y otros comandos patrióticos, están también refugiándose en el sentimiento de los voluntarios, los inconformes con el régimen y con todo el sistema tanto político como económico.

Esa es su estructura principal y a los que quieren llegar para mantener vivo el movimiento: los que hasta ahora no tienen empleo fijo, que no tienen asegurado el futuro propio de sus familias, los que se vieron afectados por la docena trágica del panismo. Y los millones de mexicanos que han perdido la esperanza en este país y decidieron emigrar.

Por ello, hay mucha inquietud social. Porque hay quienes quieren llevar esta coyuntura a un cambio radical del sistema y otros dispuestos a orillarlos a esa salida y así excluirlos del resto de los debates. El país está polarizado, una vez más, y dominado por extremistas.

Ante todo esto, no queda si no preguntarnos quién está equivocado. Los patriotas revolucionarios, los neoliberales, los empresarios, los oportunistas de siempre, los grupos clandestinos, los excluidos sociales, los partidos, los caudillos, los clientelismos, los intelectuales, los que secuestraron a la razón o todos; si es así, todos estamos equivocados y requerimos urgente nuestra reinvención como país.

Son dos visiones de México las enfrentadas, una vez más, por los dos principales contendientes del ¡¡¡2006!! Y son los mismos del 2012.

[Debo confesar que esta reflexión la escribí en abril de 2008. Hice algunos ajustes a los actores y categorías usadas entonces, en el marco de la reforma energética, cuando AMLO y el FAP lanzaron su plan en defensa del petróleo y contra la reforma energética, la cual finalmente fue aprobada. Sirva de ejemplo de que en este país la discusión en este país sigue siendo la misma desde hace muchos años].

alexiabarriossendero@gmail.com

 

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