#EBRARD2018

11 julio, 2012

Escribe ALEXIA BARRIOS G.

El título de esta columna estaba pensado para el día después del concierto de Paul McCartney en el Zócalo del DF, porque dicho acto masivo en la capital del país, sirvió para que hubiera un ambiente festivo generalizado en varios círculos sociales del país y que en redes sociales comenzaran a difundirse mensajes como “estaríamos mejor con Ebrard”, en referencia al nivel de preferencias presidenciales del momento.

Ayer, finalmente, Ebrard anunció que el 6 de diciembre iniciará su carrera por la Presidencia de la República en el 2018, dando por un hecho que su papel como próximo secretario de Gobernación de AMLO fue sólo un sueño, o lo que es lo mismo, abandona el barco de la protesta postelectoral.

El paso anunciado por Ebrard, a dos días de que López Obrador, dé a conocer la solicitud de anulación o invalidez de la elección del 1 de julio, es demasiado arriesgado y vendría a debilitar la lucha del ex candidato presidencial de las izquierdas. Pero no es un paso mal calculado, porque con este anuncio el aún jefe de Gobierno del DF, quiere mostrar su temple y fuerza, que no es poca:

Uno, sus aliados serán todos los gobernantes de las izquierdas: Mancera, quien tomará el control del GDF el 5 de diciembre tiene su ascendencia directa con Ebrard; Graco Ramírez, integrante de Nueva Izquierda del PRD ya marcó su distancia y estaría también enfilado con el ebrardismo; y Arturo Núñez, quien si bien todo en el PRD se lo debe a AMLO, en el ejercicio político “neoizquierdista” está más cercano a Ebrard (cabe recordar que aquí mismo dimos a conocer cómo el GDF aportó despensas a la fundación presidida por la esposa de Arturo Núñez para posicionarlo rumbo al gobierno de Tabasco).

Para la próxima legislatura, según los cálculos oficiales, los partidos del “Movimiento Progresista”, no alcanzarían en ningún caso a obtener el 33% necesario para bloquear las reformas constitucionales. Pero si hubiera una alianza PAN/PRD-PT-MC obtendrían mayoría absoluta para bloquear la agenda del PRI.  ¿Y saben qué corriente política tendría el dominio de las bancadas del PRD en las cámaras y mucho más en la ALDF? ¿Con qué corriente política el PAN Calderonista se ha sentido muy a gusto haciendo alianzas legislativas y hasta “AntiPRI”?

Ahí también funcionará la alianza Ebrard-Nueva Izquierda

A diferencia de AMLO en 2006 que a pesar de ser el factor de unidad y fuerza de las izquierdas, en el PRD no tuvo la fuerza suficiente para sustituir a la nomenclatura de Nueva Izquierda y derrotarlos –por las buenas o por las malas (“cochineros”), el caso de Ebrard es distinto: él sí puede negociar y hasta en un eventual escenario, hacerse de la dirigencia del PRD nacional.

¿Pero tendrá éxito o fracasará Ebrard con esta estrategia?

Los efectos de la elección presidencial ya están generando cambios al interior de los partidos políticos. Las corrientes buscan su reacomodo, los liderazgos emergentes comienzan a despegar, los temas de la próxima agenda política salen a flote para calentar el debate. Los días del gobierno calderonista están por concluir su ciclo y el sistema experimentará un nuevo momento político.

En el PAN no saben todavía cómo vendrá el reacomodo de fuerzas una vez que tengan el veredicto final del Tribunal  Electoral del Poder Judicial de la Federación. Para algunos, es importante transformarse para dar cabida a una nueva generación de panistas.

Los priístas, por su parte, enfrentan una crisis que era predecible: ¿y ahora qué vamos a hacer si nos tumban la elección? Los gobernadores, principalmente los que no operaron para que ganara Enrique Peña, no han perdido el tiempo para marcar las pautas en la relación que desean tener con quien llegue al poder.

Entre los legisladores electos, en el mediano plazo harán presencia sus diferencias, sobre todo en materia de reformas económicas y energéticas, así como en el rechazo a una alianza gratuita con el panismo, el ebrardismo o el lopezobradorismo.

Pero en donde se concentra un dinamismo e incertidumbre mayores es en el PRD. En este partido, no han logrado descifrar el qué hacer con el capital político obtenido alrededor de Andrés Manuel López Obrador, la alta votación registrada en casi todo el territorio nacional y los visos de división ante la aparición temprana de los líderes que desean trabajar para el 2018, como es el caso de Marcelo Ebrard.

El PRD atraviesa por un momento crucial en su historia, pues si bien tuvo una segunda oportunidad para ganar la Presidencia de la República y  logrado que sus ofertas políticas llegaran a casi todo el territorio nacional; al mismo tiempo que enfrenta el dilema de aprovechar los éxitos para refuncionalizar el futuro o seguir en una lógica de desgaste frente al gobierno que llegue (interino o priísta).

En este contexto, existen varias interrogantes, ¿Hasta dónde serán compatibles los liderazgos perredistas, uno, en el ascenso de Marcelo Ebrard y otro, en la persistencia de Andrés Manuel López Obrador como neocaudillo del PRD? ¿Existen las condiciones para que Ebrard se convierta, como lo han sugerido algunos de sus asesores, en el prototipo de la izquierda moderna que necesita el PRD y el país? ¿Existe lugar para nuevas opciones de la izquierda perredista?

¿Aliados distantes?

La relación entre Andrés Manuel López Obrador y el grupo político de Manuel Camacho Solís ha sido muy estrecha y sólida desde que el primero era dirigente perredista en Tabasco y el segundo estaba fincado su centro de poder en la regencia del DDF. A tal grado llegó el vínculo que cuando el ex regente estaba en la recta final de la sucesión de Carlos Salinas, muchos líderes perredistas señalaron que si Camacho salía ungido por el PRI, sin duda, el PRD se dividiría, dados los puentes con organizaciones vecinales, ambulantes y sociales [en su gran mayoría controladas por René Bejarano], pero también con López Obrador, que para entonces ya se perfilaba como el relevo de Cuauhtémoc Cárdenas.

Después de la renuncia de Manuel Camacho y Ebrard al PRI, el PRD abrió sus puertas para recibirlos, encabezados por AMLO. A pesar de la oposición interna a recibir a los camachistas, AMLO presiona a la dirigencia para incorporarlos como aliados. La unión no se daría sino hasta el 2000, cuando AMLO volvió necesitar del apoyo del ex regente para ganar la elección en el DF, logrando que Ebrard declinara a su favor. En la jefatura de Gobierno la alianza AMLO con Camacho y Ebrard se estableció para conquistar el 2006 y  después dar continuidad al 2012.

El proyecto caminó seguro hasta que, primero, se presentaron los videoescándalos en los que se involucró al socio incómodo pero necesario (René Bejarano) y, después, cuando vino la ofensiva por el desafuero (“hay un proyecto B si AMLO no es candidato”, apuntó Camacho en ese momento).

Esta alianza explicó entonces la candidatura en el 2006 de Camacho como diputado federal del PRD y son las mismas este 2012 lo colocaron como senador: la Presidencia de la República.

Sin embargo, las condiciones habrían cambiado con el resultado de la elección presidencial y la nueva ruta trazada por AMLO.  Hasta antier había sido clara la fortaleza de la alianza del lopezobradorismo con Camacho/Ebrard, quien una vez más figuraba como uno de los actores fundamentales para la resistencia postelectoral, pero a partir de la declaración de Ebrard hay ya una redefinición de los términos de la alianza política transexenal.

Para el 5 de diciembre, de mantenerse la actual circunstancia, AMLO y Ebrard disputarán en igualdad de circunstancias el mismo espectro electoral y pondrán a disputa sus proyectos y liderazgos al interior del partido. ¿Quién ganará? ¿Quién se beneficiará si no hay acuerdos?

alexiabarriossendero@gmai.com

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