10 julio, 2012
Escribe ALEXIA BARRIOS G.
Cuentan: antes de su aparición al público, circuló entre algunos actores un borrador de un libro del afamado periodista Rafael Loret: “Presidente interino, era su titulo. Afines noviembre de 1993, ordenó el entonces secretario de Gobernación, Patrocinio González, a revisarlo con detalle y analizar de qué se trataba, dado que el ataque a la campaña de Luis Donaldo Colosio era sistemático. El funcionario salinista una vez que tuvo los análisis en su escritorio salió a los medios a declarar: “esa hipótesis de presidente interino no se nos ocurre a los mexicanos no en la cruda de año nuevo”.
Los análisis concluían que era un ejercicio político para analizar el impacto de que tal vez Colosio no pudiera concluir su campaña o impedido tomar posesión en medio de un clima de alta polarización social y se tuviera que nombrarse a un interino. El desenlace, sin embargo, fue diferente: el candidato del PRI fue asesinado y fue sustituido. Patrocinio González fue renunciado antes porque también desdeñó informes y análisis sobre el levantamiento neozapatista en Chiapas.
Quien confía esta historia ahora previene que algo se cocina en las altas esferas del poder político y rebasa al propio Andrés Manuel López Obrador: la intervención del propio Felipe Calderón para presionar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Para nadie es un secreto que todos los magistrados del TEPJF responden a intereses del calderonismo y que todo este sexenio han resuelto según le interese a Los Pinos. Así le dieron posesión como Presidente y así fallaron a favor de Nueva Izquierda para quedarse al frente del PRD nacional. Esta vez no sería la excepción.
Reviso la columna incómoda del 10 de octubre de 2011: la enfermedad de Calderón y no veo que se haya movido: “El pasado 7 de octubre (de 2001), Felipe Calderón, evidenció, en toda su dimensión, la enfermedad que lo tiene enloquecido: su obsesión para impedir que el PRI o Andrés Manuel López Obrador ganen en las elecciones del 2012”.
La semana pasada con Radio Fórmula, Calderón dijo que él se reunirá con quien determine el TEPJF que ganó la elección. Nunca reconoció que fuera Peña
La revista Reporte Índigo de este día, abunda al respecto, aunque benevolente: “Calderón se inserta abiertamente en el juego postelectoral, con los riesgos que ello implica en medio de un arbitraje, para terminar jugando una de cinco cartas posibles. Es un intento por subir las apuestas a su favor en la antesala de su salida.”
Y dado su valor para el análisis, se reproducen totalmente los escenarios de Ramón Alberto Garza:
La carta del demócrata
Felipe Calderón está auténticamente indignado con la presumible compra de votos y la consecuente inequidad de la elección presidencial.
Su esencia demócrata le impide callar y ser cómplice de la comparsa. Decide usar sus privilegios presidenciales para fijar postura y someter a presión a los que tienen en sus manos decidir si se dio o no la compra de votos, se puede fincar la inequidad.
Incluso pinta su raya ante el PAN que le pide que no ayude a la causa de Andrés Manuel López Obrador.
La carta del blindaje
Con sus declaraciones, el presidente está elevando el costo de la legitimación a Enrique Peña Nieto.
El aval de Calderón, Vázquez Mota y en consecuencia del PAN frente a los embates de López Obrador tienen un precio. Y ese pasaría por un acuerdo de “blindaje”.
Hay entrada tersa del nuevo presidente si hay salida tersa del que se va. Yo, Felipe Calderón, te respeto a ti, Enrique Peña Nieto, si tú, como mi sucesor, prometes respetarme a mí y a los que se van conmigo.
La carta de la historia
Para cualquier presidente, el año más importante de su sexenio es el séptimo. Es el de la cita con la historia.
Calderón siente que con razón o sin ella, la historia no lo tratará bien. La guerra contra el narco, los 71 mil asesinatos y ahora devolverle las llaves de Los Pinos al PRI. Por eso asume la última defensa del voto ciudadano.
Sabe que aunque los tribunales desechen las impugnaciones, él pasará a la historia como alguien que se resistió a ser comparsa del PRI compra votos y de los gastos de campaña de Peña Nieto. Al final del día no cayó en la tentación de darle la espalda a López Obrador para luchar por una verdadera democracia.
La carta del 2006
La llegada de Felipe Calderón en el 2006 fue de la mano del PRI. Para ganar la elección y para que le colocaran la banda presidencial.
Las sospechas de un pacto consumado hace seis años para devolverle al PRI las llaves de Los Pinos en el 2012 crecen. Sobre todo porque los dos protagonistas centrales, Vicente Fox y Manuel Espino, operaron sin pudor para el PRI y para Peña Nieto.
Calderón buscaría que su demanda de investigar la compra de votos lo legitime para reconocer como presidente a uno de los gobernadores del Tucom. Como lo hicieron con él en el 2006. Pero quiere que los ganadores lo necesiten, que no la tengan fácil.
La carta del jefe azul
En el PAN el juego está dividido. Unos dicen que por principio hay que ir contra las irregularidades electorales. Esta es la corriente encabezada por Josefina Vázquez Mota y Gustavo Madero.
En otra mano están los panistas que ya tienen curul. Los nuevos Manlios y los Gamboas azules. Sienten que la protesta será un desgaste inútil y que daría mejores dividendos algunos acuerdos con quienes –les guste o no- van a cogobernar los próximos seis años y a lo mejor más. Bajo esta partida, Felipe Calderón pretende instalarse como el fiel de una balanza y dejar en claro quién es el jefe azul.
Yo, desde este momento, considero que están trazando el escenario del presidente interino, nada para nadie; ni AMLO ni Peña, gana Calderón.
alexiabarriossendero@gmail.com