03 abril, 2012
Escribe EVA ESPINOSA
Ya lo dice Alejandro Téllez en su poema “Torero Pobre”. “El camino que recorre el que quiere ser torero es tan duro y doloroso como aquel del Nazareno. Carga como cruz el hambre, espinas y latigazos todas las humillaciones, para darle al toro un trapazo y después de tantas penas sudor… sangre en el camino. Llega cargando una cruz a la arena de algún ruedo, donde el toro puede darle como clavos los pitones, para ser crucificado entre llanto y ovaciones”.
Recordemos a todos esos chavalillos que sueñan con ser toreros (maletillas), que recorren la legua en busca de aventuras y una oportunidad, escabulléndose por las noches de luna en las ganaderías buscando al toro bravo, para darle las tres y en mucho de los casos salir muertos de ahí. Esos que esperan en las plazas y los tentaderos, para saltar a los ruedos, con suerte de que el matador o el ganadero les permitan dar un capotazo.
Ahora, hay oportunidad de asistir a las Escuelas Taurinas, en donde está más profesionalizado el oficio y tal vez más probable la oportunidad. Y aún así son muchos los convocados y pocos los elegidos, en este gran mundo de los toros.
Hoy que se acerca una fecha emotiva en el calendario litúrgico de los católicos y sin querer ofender susceptibilidades de algunos, me permití relacionar metafóricamente el viacrucis de Jesús de Nazaret, con el sufrido oficio del ser torero.
Y reconocer a todos aquellos que han sabido lo que es luchar por esta profesión y no dejar el sueño, el hambre y la pasión de triunfo y satisfacer esa sed de gloria.
Y recordar, que muchos han sido los sueños y las ilusiones y con el paso del tiempo los ruedos se han llenado de valientes, que han recorrido el duro camino como aquel del Nazareno.
¡Olé Toreros Nazarenos!...