SEDUCE PERO ASUSTA…

24 abril, 2012

* Un testigo privilegiado.

Por JAVIER CONDE/ CRÓNICA

El Popocatépetl no dejaba de bufar, de gruñir. Esa mañana no daba tregua y los habitantes de San Nicolás de los Ranchos y Xalizintla, estaban con un ojo al gato y el otro al garabato. Don Goyo, seducía pero también asustaba.

Y es que la vida en las comunidades más cercanas a Don Goyo se modificaba por completo y lo peor del caso es que no se sabe por cuánto tiempo.

Los propios lugareños cuentan que desde 1994, cuando se reactivó la vida eruptiva de la montaña que humea no habían pasado un susto tan grande como el viernes pasado.

Ese día, en plena la madrugada, en medio del crepúsculo había un silencio aparente. Esa noche, los despertaba un fuerte ruido que obligó a decenas de familias  abandonar sus casas. Del domo del volcán salía material incandescente.

La señora Martina Hernández relata a este periodista que entre las cuatro y cinco de la mañana se escuchó el cólera del volcán, lo que motivó a su familia a salir a la calle. “Era increíble lo que mis ojos vieron, en la cima había fuego”. Sin duda, un rojo amanecer.

“Lo único que hicimos fue rezar, encomendarnos a `Chuchito` y esperar a que las campanas del templo del pueblo repicaran, así como nos indicó la autoridad para emprender la huida, pensamos era lava”, comenta.

Martina sostiene que desde este viernes la vida se trastocó por completo en San Nicolás de los Ranchos. “Y créame ahora si estamos como dice el dicho con un ojo al gato y el otro al garabato, pero sólo Dios sabe cuándo hará erupción”.

Y la señora de unos sesenta años, de cabello cano, de piel agrietada y con un babero desgastado decía -a los reporteros que emprenderíamos el ascenso al volcán- que Don Goyo tiene la respiración muy agitada y eso “no me gusta”.

En San Nicolás de los Ranchos, en Santiago Xalizintla y en San Pedro Benito Juárez, las poblaciones más cercanas al volcán sus habitantes trataban de hacer una vida normal, pero los perseguía la sombra del desasosiego.

No obstante, la sinfonía urbana seguía su marcha. Los agricultores en sus tierras de labor. Los alumnos en las aulas de clases. Las amas de casa en sus labores, pero prácticamente todos le temían a la retreta, a la propia noche.

Y la única distracción para los lugareños era observar como un pelotón de periodistas iban y venían entre vereda y vereda, en búsqueda de información, en búsqueda de relatar algo distinto, las mil caras de un volcán que no se sosegaba.

Y sí, las cámaras fotográficas, de video, las unidades móviles, las libretas de taquigrafía, las plumas, los iPad, las parabólicas, los apuntadores, las grabadoras, los celulares inteligentes, en plena acción.

Pero lo cierto es que la desinformación en torno a la actividad del Popocatépetl fue avasallante el pasado 20 de abril cuando el alba comenzó a peinar en las faldas de aquel volcán, situado en el eje volcánico transversal del país.

Algunos medios de comunicación habían afirmado que Don Goyo, arrojaba lava. Todo era una falsa alarma. Y en las redes sociales reproducían erróneamente lo vertido.

La biografía de un gigante…

Según, datos oficiales el Popocatépetl, que en Náhuatl significa “Montaña que humea”, es un estratovolcán y los estudios paleomagnéticos que se han hecho de él indican que tiene una edad aproximada de 730 mil 000 años.

Su altura es de 5 mil 452 metros sobre el nivel del mar, es de forma cónica, tiene un diámetro de 25 km en su base y la cima es el corte elíptico de un cono y tiene una orientación noreste-suroeste.

La distancia entre las paredes de su cráter oscila entre los 660 y los 840 metros. “El Popo” ha estado desde siempre en actividad lentamente, a pesar de haber estado, durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX, en reposo.

De hecho, en 1991, se inició un incremento en su actividad y a partir de 1994, las fumarolas eran ya claramente visibles desde distancias de alrededor de 50 kilómetros.

Además, existen registros desde la antigüedad sobre los periodos de actividad del volcán e incluso está registrada una erupción en 1927, que fue artificialmente provocada por la dinamitación del cráter para extraer azufre del mismo.

Cinco murieron…

La última erupción del volcán se registró del 18 al 19 diciembre de 2000, sin embargo, esto no obligó a las autoridades en sus tres niveles a extremar medidas para evitar una tragedia de grandes alcances.

La misma información recabada precisa que el 25 de diciembre de 2005, se produjo en el cráter del volcán una nueva explosión, que provocó una columna de humo y cenizas de tres kilómetros de altura y la expulsión de lava.

El propio Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred) explica que el cráter del volcán tiene una profundidad de 150 metros.

Además, en la cordillera volcánica están el Cimatario en Querétaro; el Sangangüey, en Nayarit; el Volcán de Colima y Nevado de Colima; el Paricutín en Michoacán; el Nevado de Toluca, en el estado de México.

Así como, la montaña La Malinche en Tlaxcala y Puebla; el Popocatépetl y el Iztaccihuatl en Puebla, Estado de México y Morelos, así como el Pico de Orizaba, en Veracruz. Agrega que a lo largo de los últimos 1200 años, se han presentado numerosos episodios de actividad similar a la actual. Algunos de ellos están documentados.

Indica que en su vida productiva “El Popo” ha tenido actividad fumarólica, emisiones de vapor, erupciones moderadas, erupciones menores, fumarolas, explosiones, emisión de pómez y cenizas, así como erupciones grandes.

Las últimas datan del años 3000 AC y 800 DC.  El Cenapred agrega que en mayo de 1996, se formó un domo de lava en el fondo del cráter que alcanza el 20 por ciento de su capacidad.

Y lamentablemente -añade- cinco personas perecieron cerca del borde del cráter durante una explosión ocurrida en mayo de 1996.

Señales celestiales…

Y para muchos de los habitantes el tiempero, don Antonio Analco había decidió callar ese día. No daba pronóstico alguno a la prensa en esa mañana gélida de primavera.

Relatan algunos vecinos que el longevo, de figura encorvada, de unos 60 años de edad y de aspecto rudo sólo paseó por unos instantes en el centro de Xalizintla y se introducía en su hogar en el resto de la mañana.

Y es que al campesino lo ha designado el pueblo para que sea el intermediario entre ellos y el volcán.

Es la única persona autorizada por la concurrencia para tener diálogo con el coloso, según las propias creencias de los lugareños. Sólo él sabe el lado íntimo de la montaña, ubicada a tan sólo nueve kilómetros de ese punto poblacional.

Entre los muchos relatos que ha dado a la prensa, el oriundo de Santiago Xalizintla, sostuvo que es innecesario correr, esconderse o alarmarse por el intenso  movimiento del Popocatépetl.

Días antes de este gran movimiento del “Popo” declaró al diario Milenio-Puebla que las fumarolas, la ceniza y la incandescencia han sido recurrentes desde hace tiempo y nunca se ha corrido riesgo inminente.

Opinó con desenfado que esta vez no será la excepción; especialmente, si el cráter permanece abierto, de manera que Don Goyo -a quien considera un amigo de la infancia- pueda respirar libremente.

Y en varias ocasiones ha dicho que la  actividad va a seguir, que no tiene fin todavía. Pero lo que cuenta a la prensa es que está muy grande la respiración del volcán.

“Lo que ha pasado -argumentó- son señales del padre celestial de que todo está bien, pero tenemos que saber aguantar las cosas que vemos”.

Testigo privilegiado…

En el ascenso a las dos poblaciones más cercanas al “Popo” este reportero comprobó que los accesos carreteros estaban en mal estado, que la señalización para las rutas de evacuación eran viejas y  que no había corrales para animales.

Por ejemplo, la carretera principal tenía baches, los cuales ha sido tapados sólo con  tierra, que había infinidad de topes. Hasta ese día, las acciones que habían anunciado los gobiernos de Calderón y de Rafael Moreno Valle, eran nulas.

Y don Hilario de la Cruz, un ejidatario de San Nicolás confesó a este cronista que prácticamente pasó una noche muy mal, que casi no durmió por el temor y más aún que un fuerte estruendo lo obligó a abandonar su casa.

Sin más, le decía a este periodista: “¡Escuche!… ahora si que amaneció enojado el amigo y debemos respetarlo”. Y efectivamente, Don Goyo producía un fuerte ruido, como su fuera una caldera. Ese 20 de abril, jamás se olvidará. La población optó por el uso del tapabocas.

El ascenso…

También esa mañana un pelotón de reporteros decidía ascender hasta Paso de Cortés, lugar donde se unen los volcanes el Popocatépetl y el Iztaccuihuatl.

Después de una hora de camino -de Tlaxcala a Puebla- inició la subida en medio de un verdoso bosque. En las alturas se deslizaban dos águilas impecables, hacían siluetas en el aire, signo de su poderío, de su destreza.

Mientras que en el camino se cruzaba un conejillo asustado por la presencia del hombre o por qué no por el ruido que emanaba de aquel gigante que no para de gruñir y que a su lado está la mujer dormida. Vaya ironía.

Sin duda, el terreno era propicio para tomar fotografías de ese instante, grabar videos de la agitada respiración del señor volcán. Dentro del terreno poblano nunca se montaron operativos y dentro del Estado de México, sí.

Esa era y es la diferencia actualmente. En la cima del volcán la policía mexiquense está mejor preparada y ha formado un escuadrón de 120 efectivos, perfectamente, preparados para actuar en caso de una eventualidad.

Y era hasta el medio día cuando la seguridad pública poblana realizaba recorridos por la zona montañosa para indagar sobre la presencia de mirones y hasta de periodistas a quienes exigieron que se acreditaran.

Toda la mañana, ese gigante natural, ubicado en la cordillera volcánica de México sólo se dedicó a espantar a quienes estábamos en su terreno. El sonido que emanaba ese día de Don Goyo, era único. Todo el día estuvo de terco.

Y conforme el día transcurrió los habitantes de Xalizintla bromeaban, entre ellos, cómo sería una graciosa huida en caso de que ese testarudo hiciera erupción. Los presagios, las anécdotas eran parte del presente y del pasado.

Pero está claro que el peligro acecha. Ese enorme montículo verdoso de 5 mil 452 metros de altura, no tiene descanso, no da tregua. Y no cabe duda que Don Goyo, es un volcán, majestuoso, el de los eternos secretos.

Y es que ese coloso se atreve en todo momento a seducir la mirada de propios y extraños, pero también asusta cuando está de gruñón, de rezongón y que no quiere dar oportunidad a la paz.

FOTO: UNIVISIÓN/NOTIMEX

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