HONESTIDAD CUESTIONADA

19 febrero, 2012

* Burla, grosera.

Como una burla al pueblo de Tlaxcala resultó el reintegro de casi 900 mil pesos que hizo Alfredo Vázquez Galicia, ex director del Instituto Tlaxcalteca de la Cultura (ITC), luego de la inhabilitación que le enmendó la Secretaría de la Función Pública (SFP).

De este tamaño es el descaro y la escasa ética de un ex funcionario en la administración panista de Héctor Israel Ortiz Ortiz.

Una burla grosera, porque durante el tiempo en el que estuvo en el encargo, también percibió otro sueldo, ingresos que no debió cobrar (como uno de los asesores del gobernador) y que sin embargo gozó con todas las prerrogativas del cargo. Y más ofensiva la burla en tanto que únicamente hasta que la SFP lo inhabilitó, en ese momento, Vázquez Galicia “devolvió” 882 mil 491 pesos.

Es decir, devuelve (como queriendo limpiar sus culpas) sus ingresos más bajos. O ¿por qué no entregó lo que ganó en el cargo de Subcoordinador de Programas Especiales en la Coordinación de Asesores si lo que quería era demostrar a la ciudadanía su arrepentimiento?

Ese arrepentimiento fue ficticio, de dientes para afuera, pues si la dependencia estatal omite ese detalle, el ex colaborador de Héctor Ortiz, se habría hecho de la vista gorda; simplemente se habría desentendido de una ganancia ilícita.

Pero si es cuestionable la actitud del ex funcionario, por el simple hecho de que la falta en que incurrió fue hecha con plena conciencia, es más deleznable el que ningún funcionario de la administración anterior haya prestado la mínima atención para corregir una falta.

Y el suceso adquiere más relevancia y se vuelve más detestable en la medida en que Vázquez Galicia no fue el único que incurrió en esta falta, sino que también el secretario particular del mismo ex gobernador, José Guadalupe García López.

Cierto o no, queda en la mente de la ciudadanía la certeza: ese fue el paradigma de desempeño de los funcionarios en  la administración panista de Héctor Ortiz Ortiz. La gente no podrá eliminar de su mente la idea de que así se condujeron todos los funcionarios del sexenio anterior, violando las normas, enriqueciéndose a costa del erario público y mintiendo a la población de Tlaxcala.

Y mientras pasa el tiempo, más se cuestiona la honestidad de quienes desempeñaron cargos durante el panismo–orticismo. En especial porque quien fuera el secretario particular del gobernador, de plano que no ha tenido ni el interés ni la intención de dar la cara, como hombre probo que presume ser, y se esconde en la Unidad Académica Multidisciplinaria de Calpulalpan de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

Ofende a los tlaxcaltecas ese cinismo y esa desvergüenza que muestran, de manera diferente, dos muy cercanos de quien fuera gobernador de Tlaxcala y quien ahora aspira a ocupar un escaño en el Senado de la República.

Como dice el dicho: “el ejemplo arrastra”. Y la conducta de Héctor Ortiz fue fiel ejemplo de sus subordinados. Si él, otrora poderoso gobernante podía violar la ley (por incurrir en actos de nepotismo), ¿por qué sus subordinados no podrían llevar “agua a su molino” particular?

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