13 diciembre, 2011
Por ALEXIA BARRIOS G.
Alberto López Rosas, el procurador de Guerrero, apodado “El Chango de la Laja” no es cualquier funcionario. Es hijo de un legendario líder social de Acapulco, Alfredo López Cisneros, “El Rey Lopitos”. Es fundador del PRD y fue alcalde del puerto más famoso del país, donde hizo un pésimo papel y cargado de señalamientos de corrupción además de que durante su administración arrancó la narcoviolencia.
Perseguido, procesado e inhabilitado por el gobierno del también perredista, Zeferino Torreblanca Galindo, logró salvar el pellejo al apegarse a los adversarios históricos de la izquierda, el Grupo Costa Chica de Ángel Heladio Aguirre Rivero, y ser un puente importante para que el PRD lo hiciera su candidato y luego gobernador de Guerrero.
Ahora, “El Chango”, hace el trabajo sucio al amigo que lo protegió y salvó de la prisión, el mandatario Aguirre Rivero. La incursión mediática de López Rosas es una vieja novela del priísmo más recalcitrante y más burdo. Quiere salvar el pellejo por las dos muertes y quiere descargar culpas acusando a la PF y los policías municipales y al peor estilo del figueroísmo, dice que los estudiantes iban armados por granadas y rifles de alto poder. Los videos y las fotos hasta ahora conocidos, demuestran todo lo contrario.
El problema con Ángel Aguirre Rivero y con López Rosas es que no saben que vivimos los tiempos de la blogósfera y aquí todo se sabe más rápido y más efectivo en las redes sociales que en los comunicados o los videos manipulados por autoridades estatales. El problema para estos dos políticos en capilla es que no entienden los nuevos procesos de comunicación que caminan rápidamente.
De nada le sirve la experiencia a Pedro Julio Valdés Vilchis si sigue operando los medios como en sus tiempos de servir al PRI. De nada le sirven al hijo de Arturo Martínez Nateras (sí, aquel izquierdista sesentayochero que Carlos Salinas lo hizo alcalde de Tuxpán Michoacán) sus estudios en el extranjero y sus viajes frecuentes sino se echa un clavado a las redes sociales y al internet para entender que ser vocero no sólo es hablar cosas bonitas de Guerrero.
Las mafias políticas en Guerrero poco entienden y ellos tendrán poca memoria, pero está en la historia que el estilo de hacer política engañosa es la misma, sean en el PRI o en el PRD; dicen allá que “perro huevero aunque les quemen el hocico”.
A poco ya se olvidaron que en 1996, Rubén Figueroa renunció cuando un video puso al descubierto que él era autor intelectual de la masacre de Aguas Blancas (por cierto, la alcaldesa de entonces era María de la Luz Núñez, esposa de Martínez Nateras y madre del vocero de Aguirre).
Nadie olvida que en un primer momento, Rubén Figueroa trató de hacer creer a la opinión pública que la masacre había sido porque los campesinos habían disparado contra la policía motorizada estatal. Pero de pronto, a Ricardo Rocha le filtraron un video sin editar donde se demostró todo lo contrario y Figueroa, aun con el compadrazgo de Ernesto Zedillo, tuvo que renunciar.
¿Y recuerdan dónde se editó y cómo se filtró el video de Aguas Blancas? Bueno, pues los autores de la edición fueron empleados de Radio y Televisión de Guerrero, quienes fueron premiados por Ángel Aguirre Rivero en su primer gobierno, otorgándoles gerencias y la dirección general, además de meterlos a hacer política. Caso curioso, el beneficiado de la filtración del video de Aguas Blancas fue “Layo” Aguirre, quizá por esta razón es que Rubén Figueroa Alcocer le tuvo -¿o tiene?- tirria.
“El que a hierra mata a hierro muere”, apunta un dicho famoso. A estas alturas, nadie, absolutamente nadie, ni lo más derechistas y conservadores de los medios de comunicación como Pedro Ferriz de Con o Eduardo Ruiz Healy, ha salido en defensa del procurador López Rosas o de Ángel Aguirre Rivero. muchos coinciden, en todos lados, de que la ejecución de los estudiantes asemeja más al 2 de octubre de 1968.
Muy triste que ambos políticos estén en el poder por el PRD; y más triste es el silencio de los partidos de izquierda, sus dirigentes y legisladores locales y federales, para dar la cara y aceptar las culpas. En su conciencia quedará.
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