24 octubre, 2011
*Tiene el padecimiento de la retinopatía; el gobierno se niega a ayudarlo.
Por JAVIER CONDE/CRÓNICA
La historia de Luis David comienza en las entrañas de un hospital. Ahí, nació prematuramente. Un error médico lo llevó a perder la vista. Y consigo la oportunidad de saber cómo son los astros. Pero a su corta edad, el infante ha hecho de su sonrisa un poema. Aquella oda que alimenta el corazón.
Luis David tiene un año y medio de vida. Su padecimiento es la retinopatía que se origina en varios de los casos en niños prematuros cuando no se llevan a cabo los cuidados médicos pertinentes. Él nació a los siete meses en el Hospital de la Mujer en la ciudad de Puebla.
Diversos oftalmólogos consultados por su madre han sostenido que al infante debieron ponerle un antifaz, para no exponerlo continuamente a una luz fluorescente cuando estuvo en un mes en la incubadora.
Las teorías han sido muchas pero la supuesta negligencia médica quedó flotando en la nave de la impunidad. Ese mal que aqueja a nuestro país y que cambió el destino para siempre del infante y su familia.
A partir de Perla Lizett Méndez Reyes, mamá del infante ha comenzado su peregrinar. A tocar puertas. Ha tratado de convencer a funcionarios públicos que su hijo puede recobrar la vista si éste es sometido a una cirugía en el Centro Médico de Stein Cells en China, allá en el otro lado del mundo.
Sin embargo, el verbo convencer ha sido inútil en muchos de los casos. Tal vez los políticos no entiendan el significado. La voz de ayuda ha sido en vano. Aquellos que ostentan el poder no han querido mirar a un infante que necesita ayuda para poder ser un niño normal.
Ludwig van Beethoven, considerado como uno de los más grandes músicos y compositores en la historia del mundo quien padecía sordera decía:
“Por supuesto que estoy resuelto a elevarme por sobre cualquier obstáculo, ¿pero cómo será eso posible?”… El alemán sufrió físicamente pero encontró en la música un rincón divino. Dejó un legado, aplicar el romanticismo. Influyendo así, como nadie en la faz de la tierra, su diversidad en obras musicales del siglo XIX.
Un laberinto de espejos
Perla Lizette, es madre soltera, tiene 24 años de edad. En sus padres Manuel Méndez y Adela Reyes, ha encontrado un respaldo absoluto para no desfallecer. Cuenta lo que ha sido su agonía, su sufrimiento. Las horas infames de agonía. Esas horas de indescifrable y de hermético dolor.
Pero sobre todo relata aquellos momentos felices de su vida al lado de su retoño. Dice en medio de un río de lágrimas que “Dios, el creador del cielo me ha dado la encomienda de cuidar a un ángel… y lo haré cabalmente hasta el último día de mi existencia… y por supuesto creo en los milagros”.
Y en verdad ese ángel que sólo conoce con el sentido del tacto una pelota, un carrito de plástico y el mismísimo rostro de su madre, de sus seres queridos pero no el de su infame padre que los abandonó en este y en todos los caminos.
Es Perla Lizett quien afirma que desde los siete meses de edad se dio cuenta de que su hijo tenía un problema visual. Semanas después se confirmó aquel presagio de que tenía retinopatía y que la causa había sido negligencia médica.
En un año y medio ha consultado una y otra vez a especialistas. Ha llamado a la sociedad de Huamantla, su ciudad natal para que apoyen la cirugía de Luis David y ha sido mínima la respuesta.
Es más, cuenta que la Cruz Roja de Apizaco organizó una fiesta de paellas en el mes de julio pasado para sacar fondos y así poder operar en el mes de enero a su hijo menor. Empero, explica que no ha recibido ni un centavo y lo más absurdo es que le han hecho creer a la sociedad que ya recibió cien mil pesos.
Señala que lamentablemente lucraron con el padecimiento de su hijo y exige cuentas claras a los directivos de esta organización altruista porque dicho evento fue un éxito y el propósito del mismo se perdió.
En estos últimos meses Lizett con el apoyo de sus padres han decidido emprender un lucha contrarreloj. Los domingos rentan un juego infantil, un inflable que lo instalan en pleno zócalo para recaudar dinero, han hecho pulseritas con la frase “La Luz de Luisito”, se han movido en las redes sociales (Luisito viaja a China/facebook).
Y han sido muy pocos los que han escuchado esa voz que clama ayuda y cuya respuesta ha sido entre claroscuros. Pareciera un laberinto de sinnúmeros de espejos en los cuales sólo su figura aparece para donde quiera que volteen.
Los familiares de Luis David necesitan recaudar más de 150 mil pesos, para que el infante pueda ingresar a dicha clínica en el extranjero y comenzar su rehabilitación a través del método de células madre. Argumenta que entregó personalmente un escrito al gobernador Mariano González Zarur y nada. No ha pasado nada.
Estrella de la mañana
Lizett, la estudiante de derecho, la madre, la trabajadora se ha forjando terminar sus estudios. Afirma que hay momentos en que no puede más, que su frágil cuerpo parece romperse, no obstante, comenta que ver cuando Luis David escucha su voz y comienza a reír la alienta a seguir en este camino.
Deduce que siempre que mira al cielo y observa un manto de estrellas, la motivan a enseñarle a su hijo cuanto tan bello es el universo. Le dibuja en su mente a los astros como aquellos cuentos infantiles donde la luna, el sol, la tierra son los portentosos Caballeros del Zodiaco.
Y hay motivos suficientes para terminar así esta historia, la cual tarde o temprano tendrá un final afortunado: “Señor, -dice el escritor Carlos Fuentes- mi historia empieza al aparecer sobre el mar la estrella matutina, llamada Venus, última de la noche y perpetuación de la noche en la claridad del alba, guía de marineros”…
En su libro Terra Nostra II afirma que un día llegó un adolescente a un paraje solitario de una costa. Encontró allí a un viejo teñido por la fatiga pero tenaz en el esfuerzo. Le preguntó dónde se dirigía y le señaló que las preguntas sobraban.
El menor le pidió la oportunidad de viajar en su compañía y con la mirada el abuelo lo dijo todo. Después le entregó un martillo, unos clavos, unos tablones y comenzaron a construir una balsa.
Al terminar el silencioso viejo le habló y mirando con orgullo hacia el arca de curtidos velámenes le dijo “¡Por fin… estamos listos para emprender un fascinante viaje que jamás tendrá punto final”. Y así es la historia de Lizett y Luis David, una historia sin punto final. Su balsa llegará a puerto seguro. Lizett con su interminable fuerza y Luis David, con su eterna sonrisa que es un poema, sí un poema.