12 octubre, 2011
Por EVA ESPINOSA
Cuántas veces nos hemos preguntado ¿De qué están hechos los toreros? De donde viene esa fuerza y ese vigor para que después de quedar partidos por un toro despierten y lo primero que digan es “quiero torear”.
Siempre se ha discutido mucho sobre si el artista nace o se hace. Está claro que hay personas que tienen una sensibilidad especial ante la realidad que les rodea, y las manifestaciones que desarrollan ante esta realidad suelen ir cargadas de una manifestación creativa.
Podemos pensar que la creatividad y el arte están muy relacionados. En definitiva la creatividad es la capacidad de ver la realidad desde distintos puntos de vista, y el arte es la expresión y manifestación de esa realidad sobreponiendo lo estético del momento.
Habría que preguntar a algún neurólogo o genetista si existe la posibilidad de heredar una forma de expresarse, una afición, una tendencia. Por otra parte, cabe pensar que esto forma parte del entorno familiar y social. No sé, esto es una reflexión a la que invito a pensar.
Todos ellos saben el riesgo que encierra su profesión y más tarde o más temprano, entregaran su cuota de sangre sellando con esta su compromiso al toreo.
Ver esa cercanía con la muerte, quedar en el suelo a merced de su majestad ¿Qué extraño mecanismo los mantiene de pie? ¿Cómo es posible que el dolor no los venza? ¿Es el cerebro o el corazón quien les indica que deben continuar? Creo yo que estas respuestas no las darán los médicos, la cosa esta en la sangre, esa sangre torera, así como hay animales de casta hay hombres de casta y se llaman TOREROS
Dinero, gloria, fama, mujeres pueden quedar de lado cuando se gana el RESPETO y tras ese respeto, la admiración del público que es la droga que lo empuja a seguir intentándolo, que más dan los primeros revolcones, que importa la primera cornada, el deseo de torear se basa en la búsqueda constante de ese respeto que causa en el resto de los seres humanos.
Y ahora la respuesta señores la genética de un torero está echa de lo mismo que la mía la de usted y la de cualquier mortal, no tienen fibras especiales, ni mucho menos poderes especiales, lo que tienen los toreros es una sangre especial, su estirpe es única y los pocos que la poseen, no pueden luchar contra ella, esa sangre es más fuerte que su miedo, su dolor y su vida misma.
Esa sangre no morirá y se seguirá transmitiendo por generaciones en tanto los grupos de aficionados como nosotros acuda a una plaza de toros y vitoreé a un matador con las palabras mágicas que les dan esa fuerza: ¡TO-RE-RO, TO-RE-RO, TO-RE-RO!…
Mi admiración y mi respeto a esos seres llamados toreros, que cada tarde de sangre, seda y sol nos hacen vibrar de emoción así pongan su vida en riesgo. ¡Ole! por su sangre torera.