26 septiembre, 2011
* Obligados los consejeros a generar credibilidad
En medio del escándalo, generado por la supuesta pugna política en la que unos –afortunadamente sólo unos– toman a la Comisión Estatal de Derechos Humanos como rehén, llega la gota que derrama el vaso y pone en entredicho a este organismo que se supone independiente y autónomo.
De aquelarre resultan los datos difundidos a mediados de la semana pasada, en la que se “evidencia que este organismo opera, desde la pasada administración, “con apenas un 30% de eficacia”, debido al incumplimiento de tareas procesales, deficiencias y falta de formación técnica del personal de visitadurías.
Así de fácil se pueden ver los efectos de las acciones emprendidas por un Poder Legislativo empeñado en ver a la citada comisión como una agencia de colocaciones para los incondicionales de los diputados y de otros políticos que ven a la CEDH como una “caja chica” o como el refugio de amantes y amigos.
Y, como señala el Consejo Consultivo de dicho organismo: “esta condición genera una sensación de inseguridad jurídica, por parte de un organismo cuyo cometido es el de vigilar y proteger los derechos humanos”. O sea: el 70% de los tlaxcaltecas estamos en la indefensión frente a actos de lesa humanidad.
Liliana Cárdenas, coordinadora del proyecto que verificó el funcionamiento de la CEDH plantea una tesis que, de convertirse en realidad, pondrá sobre la lona a este organismo: el trabajo de la Comisión es “preocupante”, porque frente a ese escenario cualquier acción puede redundar en la deslegitimización del organismo.
La lista de observaciones presentada por los realizadores del proyecto es larga: un “manualito” para el desempeño de los trabajadores; una base de datos prácticamente “muerta”; el personal no tiene “la camiseta puesta”; las instalaciones son deplorables; visitadurías adjuntas con tres o cuatro expedientes y, lo peor, incumplimiento de tareas procesales con expedientes de 2009 y 2010.
El daño es irremedible, irreversible e inobjetable. Por lo tanto hay que aplaudir la valentía de realizar un autoanálisis para tomar las medidas necesarias a efecto de corregir el camino. Pero no basta únicamente con los buenos deseos.
Se requiere, además del interés institucional, que los propios legisladores generen las condiciones adecuadas para revertir esta situación que hoy deja a una CEDH debilitada, con poco margen de acción y lejos de atender las necesidades de los tlaxcaltecas.
Y la reestructuración interna, que no precisa dilación de ningún tipo, tiene que ver con un cambio de personal a partir de exámenes minuciosos e intensivos a efecto generar un escenario de confianza en torno a la CEDH.
De otra manera, estaremos al interminable teatro del absurdo: evidenciar el pasado inmediato como el germen de la ineficacia, pero permanecer en la total ineficiencia del presente.