EL GOBIERNO DE LA INTOLERANCIA

30 septiembre, 2011

Por Manuel Adame

En el ayuntamiento las cosas están del cocol. De plano, el preciso Carlos Ixtlachuache anda en un plan insoportable. Una vez más demuestra que es un mandatario intolerante y que está cerrado al diálogo con la ciudadanía. Así de fácil, ignoró a los campesinos cuando éstos iban pacíficamente a pedir justicia por una agresión que recibió su líder.

El hecho de que uno de sus esbirros de nombre Ángel Romero Hernández, ese que también le gusta vivir en la impunidad y presentar documentación apócrifa para justificar obras fantasmas, enfundado en un traje de vil gorila, así como polecía municipal agredió físicamente a un comisariado ejidal.

Lo que sucedió recientemente en el campo de beisbol, hoy centro de la disputada entre el ayuntamiento y ejidatarios, es una clara señal que el galán del barrio de Santa Anita, como dicen mucho ya perdió la chaveta.

Lo peor, del asuntito estimados paisanos, es que es su papirrín, el presidente Bis tampoco no ata ni desata. Pobre de mi Huamantla, jijos de la jijurría con dos munícipes así.

De plano, el constitucional que no escucha pero que siempre sale con sus mamarradas, de que los lugareños tienen problemas “personales” con sus obsesos y “temerarios” esbirros y termina minimizando lo que ocurre.

Es delicado lo que ocurre en el pueblo porque desde que él entró los problemas sociales, los plantones, las agresiones, los despidos injustificados, los excesos de sus esbirros y del alcalde, han sido un cuento de nunca acabar. Muchos comentan que hay serios problemas de gobernablidad y la neta del planeta, sí.

Dicen en el ayuntamiento que Ángel Romero, ya renunció al cargo del director de obras públicas, pero Ixtlachuache saldrá con sus pen… sadurías de que lo reubicará en otra área del ayuntamiento como ocurrió con retoño Emilio Sánchez Ruíz, quien pasó de don gato a gatito de la comisión de agua.

En los mismísimos pasillos del Ayuntamiento hay muchos chismes de que Ixtlacuache no puede despedir a varios de sus limpia-botas, porque simplemente le saben sus “secretitos” y por lo tanto, tiene temor de que lo ventilen públicamente.

Como estará de amarrado el obeso directorcito de obras, que ni el Órgano de Fiscalización Superior (OFS) le han hecho nada legalmente. Basta recordar que en el trienio incurrió –según documentos oficiales- en diversas irregularidades entre ellas presentar documentación apócrifa.

Es más, estimado pueblo recientemente le notificó el OFS al Carlos Ixtlapale que ese dizque servidor público, de lenguaje poco ortodoxo y dogmático no cumplía con el perfil y se negó a destituirlo del cargo.

Dicen que de plano, en el gobierno del estado, Ixtlapale ya se convirtió en un dolor de cabeza para muchos marianistas, principalmente, para quien gobierna Tlaxcala. Les preocupan los votos, los votos pal próximo año.

Lo peor del asuntito es que el pueblo huamantleco tendrá que soportar la intolerancia de estos bellacos que amparados por un puestecillo que dura tres años se convierten en “truhanes” que agarran un bat pa´ golpear a cuando provinciano les refuta que son unos serviles de un bizantino alcalde.

Hijos desobedientes…

¡Ay, hijos desobedientes! Ora si ando que no me calienta ni el sol. Si de plano estos quince días he pegado cada coraje que hasta siento que mi hígado empieza a sufrir los efectos de tanta muina.

¿Y a mí que chin…itas poblanas me importa la salud del tal Manuel, dirá usted? ¡Y con justa razón podrá decirme que no tengo por qué ventilar en público mis males personales.

Pero le cuento que estos pin… tos corajes no los pego de gratis; estos corajes tienen un origen y estos corajes nos tienen que hacer recapacitar.

Todo pensábamos que muchos delitos sólo se reproducían en las grandes ciudades. O al menos eso nos hicieron pensar. Veíamos muy lejos el momento en que los grandes vicios llegaran a este pintoresco paraíso.

Pero, contrario al pensamiento general de nuestra gente… de la noche a la mañana que nos cái el chahuixtle y pues ahora a pagar las consecuencias por las pen…dencias de unos cuántos, que parecen perros de calpanería: nomás esperan con el  hocico abierto a ver a qué hora se descuida el paisano pa’ quitarle de la mano su comida.

Le cuento completita la historia que me platicó hace unos días mi gran amigo el Sargento Cabas:

Pos el otro día, mi vieja me mandó al mercado municipal a comprar unas cosas pa’la comida. Y pus que me voy a golpe de calcetín para ahorrarme lo del parquímetro. Luego de varias paradas que di (porque me encontré con varios amigos míos), llegué al mercado municipal.

Ya había pedido unas cebollas y mis chiles en uno de los locales, cuando me llamó la atención un diálogo entre dos personas que estaban junto a uno de los parquímetros. Uno, un hombre cincuentón, humilde por su aspecto, con un puño de monedas échale y échale al parquímetro, y el otro, un joven trajeado, que esperaba su turno, le decía que pidiera su comprobante, que le entregaran su multa.

Yo me quedé viendo. ¡Pobre hombre, se ve que a duras penas le había alcanzado para pagar los más de 120 pesos que le cobran a uno para liberar su auto de las molestas arañas! Y a ambos costados, dos mujeres, de esas que no trabajan para el ayuntamiento sino para la empresa concesionaria del servicio, con su cara de pocos amigos, constatando que el hombre aquel terminara de depositar su cuota.

Cuando vi ese cuadro, mi cerebro de inmediato me recordó las imágenes que pasan en las telenovelas y en las películas, cuando los delincuentes cometen un secuestro exprés: ahí tienen a la víctima, custodiándola para que saque dinero del cajero automático, y no la dejan en paz hasta haberle sacado su lana y haberla atemorizada.

Y mientras el pobre infeliz depositaba monedas en el aparato endemoniado ese, una de las custodios no se cansaba de decirle al desgraciado: ‘y dígale a su esposa que no somos rateras, sólo hacemos nuestro trabajo’; si hasta parecía letanía.

Una vez que terminó de meter dinero aquel hombre, como si estuviera en una máquina tragamonedas de los casinos –de esas que pasan en la tele–, los tres se encaminaron hacia el auto de aquel desafortunado, que nomás de verlo tan destartalado hasta me dio lástima.

De inmediato una de las mujeres, mal geniuda, sacó su radio y llamó a alguien para que viniera a quitar las arañas. Yo me regresé a donde el puesto en que ya me estaban esperando con mi recaudo y pa’ que pagara el importe de mi consumo.

Y ahí fue donde pegué tremendo coraje. Porque la única evidencia que había dejado aquel trío era uno de esos boletitos que escupen esas madres, con el importe correspondiente a ¡media hora de estacionamiento!.

“¡Hijos de su mal dormir! Entonces entendí lo que el trajeado quiso decirle al pobre hombre, que pidiera su multa, que debían entregarle su recibo por la ‘multa’ de haberse estacionado más del tiempo pagado.

Luego luego pensé que eso es un robo descarado. Y entonces entendí por qué podemos ver a cualquier hora en las calles del centro, cuanto automóvil se puede con las méndigas arañas… Si ya encontraron si ‘minita de oro’

Y como dijo mi amigo el Sargento Cabas: “así no hay evidencia del gran robo que están cometiendo tanto las autoridades municipales encargadas del programa de parquímetros como la empresa operadora del servicio”.

Y de ahí mis corajes se hicieron más fuertes cada día. Porque apenas unos días antes, el ayuntamiento de Tlaxcala dio a conocer que por la operación de estos mismos aparatejos, la presidencia de la capital recibe mensualmente alrededor de los 100 mil pesos.

Y pus ora que tenemos referencia, me imagino que lo menos que deben recaudar en Huamantla alcanza la misma cifra que en la capital del estado.

Bien dice el Sargento Cabas: “Lo que más coraje da es que el diputado José Alejandro  Aguilar López, a pesar de ser huamantleco, a pesar de haber sido alcalde de Huamantla, y a pesar de presidir la Comisión de Finanzas y Fiscalización del Congreso del Estado, no diga ‘esta boca es mía’ y esté más preocupado por buscar la diputación federal y andar en la grilla que por solucionar los graves problemas que vivimos en este lugar”.

Y yo, padeciendo cada día esta desgraciada gastritis, pues que me quedo haciendo harto coraje; porque no hay quien ponga un freno a tanta injusticia y a tanto vandalismo… con tanto rufián que tiene permiso para delinquir.

Una más de la chota…

Ah, por cierto según ya corre el chisme de que Octavio López Cuéllar, ya tiene sus horas contadas como direitor de la Polecía Municipal.

De plano, el mero macizo de la poli anda de pleito casado con otro esbirro del presidente bis, un tal Grabiel Parada, ¡je¡ ¡je!… Grabiel ehhh, noteseee. Y que en su relevo llegará un tal Manuel López.

Dicen que lo anterior ha provocado un desorden dentro de la corporación donde los demonios andan sueltos porque los efectivos -que ya recibieron en esta quincena aumento salarial- andan golpeando y metiéndose a las casas sin permiso pa´ ajusticiar a quien los ve feo. Bueno, lo último lo escuche en la radio, en la mismísima “Apacheté” ¡Qué mello! ¡Buuu! ¡Ñaca, ñaca!…

Trascendió…

¿Ahora, resulta que cada uno de los trabajadores de confianza del Ayuntamiento se tendrán que caer con 250 varotes, pa´ pagar los juegos artificiales de lo que será la clausura de las fiestas patrias?… Mejor ahí nos vemos en la siguiente ocasión!…

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