TÚ, ÉL Y YO SOMOS IGUALES

25 julio, 2011

Por CORAZÓN DE PIEDRA VERDE

Recientemente la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) promovió una ley que defiende los intereses y garantías de los migrantes que fue impulsada desde el Senado de la República.

Todos los que formamos parte de este bello país, somos testigos de la discriminación que nuestros paisanos sufren al llegar a los Estados Unidos, pero ellos no son los únicos que sufren, pues nosotros nos llegamos a comportar de la misma forma con los migrantes centroamericanos.

Las personas no valen por su apariencia, color, nacionalidad o religión, sino por su capacidad intelectual y sobre todo de amar. En cuanto al racismo, nos podemos dar perfectamente cuenta de que este tipo de discriminación es algo exageradamente real y muy complicada de tratar con y en la sociedad.

El problema es que en la actualidad la mayoría de la población se cree superior a los demás, el error en el que diariamente viven estas personas es enorme pues aún no logran despegar de sus rostros esas horribles y podridas máscaras que dividen al hombre de los demás hombres y peor aún logran dividir al hombre de sí mismo.

Algo que realmente me parece insólito es darme cuenta de cómo las personas ayudan a otras por medio de obras de caridad, pero cuando se encuentran a una en la calle la ignoran y sobajan de la forma más indescriptiblemente humillante.

Entre sollozos y lágrimas traslúcidas me ahogo en la desesperación por intentar ver de forma más clara las actitudes de los propios hombres hacia sus semejantes e intento tratar de no sentir lástima por la gente que siente compasión por los que creen son y / o valen menos.

Las diferencias no deben contarse por ser diferencias, pues tienen las mismas oportunidades en todos los aspectos un judío y un cristiano, al igual que un haitiano y un estadounidense; muchas veces distorsionamos nuestra propia forma de comunicación o entendemos lo que nos llega como receptores del mensaje y le damos una interpretación que en muchas ocasiones es la incorrecta.

No damos la información como queremos que se entienda sino que la damos sin importarnos lo que los demás entiendan, claro que también la comunicación posee gran cantidad de “ruidos” además de la prepotencia de los que se creen superiores y no saben ni escuchar, ni hablar.

En verdad es muy complicado que en pleno siglo XXI, todas las personas posean empatía y asertividad nata; sería ya pedir mucho a esta complicada sociedad en (me incluyo, porque me considero, hasta cierto punto bastante tolerante) personas que a pesar de todas las adversidades que se nos presentan en la vida diaria logramos no cometer el error de la mayoría: ser indiferentes hacia nuestros semejantes.

Quizá puedan existir algunas alternativas para acabar con este conflicto: en primer punto, aceptarnos como somos en realidad, sin importar nada que nos afecte, aprender a reírnos de nosotros mismos y de nuestros errores para poder corregirlos posteriormente.

Después, así podremos aceptar también a las demás personas, sin criticarlas de mala forma, pero sobre todo hasta entonces podremos ponernos en sus zapatos y entenderlos, para así poder ayudarlos; mantener estos actos cumpliendo con ellos siempre, para crear una armonía y así transformarlo en hábitos que nos harán mejores personas y salvarán al mundo de su propia destrucción, pues entenderemos a los demás y podremos llegar a una sola conclusión.

Por último, entender que todos somos iguales y que la discriminación no nos lleva a ningún lado bueno, al contrario nos aleja cada vez más del mundo, nuestro mundo y sus maravillas.

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