CONTEMPLACIÓN

11 julio, 2011

Por TZUYUKI ROMERO

Con tu cansancio tumbado en la cama observas la nube de humo del último cigarro, ése que prendió cínicamente después de tenerte y antes de salir dejándote el perturbador sonido de la puerta como recuerdo. Al fondo, un rinoceronte metido en un mal cuadro te mira y encuentra tu posición sobre la cama un tanto incitante; piensas que le dan ganas de embestir, tal como lo hizo él.

Examinas la corriente oscuridad del cuarto en el que un ropero guarda las memorias de encuentros fugaces. Ahí está tu abrigo y ahí se quedaron, tal vez por olvido, quizás a propósito, un sombrero de lana que presume haber sido bello y un zapato de mujer. Otros amantes olvidados.

El espejo distante del tocadorcito frente a ti deja que te des cuenta de la tristeza; del vacío, de ése que no se ve pero se siente, de la sensación de haber sido utilizado. Mientras, contemplas a aquella mujer que aún abierta de piernas mira a su alrededor. Todo fue tan rápido.

El lugar no pudo haber sido otro, aunque tú lo hayas pagado. Un cuarto sombrío, lleno de cosas, vacío de algo que valga la pena (¿te recuerda algo?); y además, de arquitectura vulgar como los dedos ansiosos de él. De aquél que se salió azotando la puerta, que sólo balbuceó un leve adiós y al que verás mañana de lo más normal como si esto no hubiera pasado.

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