13 junio, 2011
*Cómo imaginar que haya violadores, asesinos, lenones si son unos chiquillos.
*“Hay quienes piensan hacer pillerías y no lo permitiremos”, dice Juan Olmedo
Primera de dos partes
Por JAVIER CONDE
Aquí la cara más tierna puede ocultar la mirada de un asesino, de un violador, de un traficante de personas, de un vendedor de drogas, de un ladrón. Aquí las circunstancias han sido desafortunadas para todos ellos. Aquí habitan los hijos tiranos que ya no distinguen entre lo que es el bien y el mal.
En el Centro de Internamiento de Instrucción para Adolescentes del Estado de Tlaxcala (CIIMAET), las rejas anidan la monotonía, siempre como horizonte. Una malla de unos seis metros de altura, con púas en la parte superior, emula un laberinto para ingresar a los dormitorios donde se encuentran los tiranos.
Un edificio de dos pisos alberga a 40 menores infractores, la mayoría de ellos con un negro pasado lleno de cosas turbias, malévolas, infames, crudas, crueles. Tan sólo ese silencio, esa mirada fiera que guardan todos los adolescentes parece que nunca dan tregua a los malos pensamientos, ni siquiera a la paz.
Incluso, en estas enormes paredes se puede alcanzar el clímax del horror, por todo lo que se escucha y por todo lo que se cuenta. Parecen historias extraídas de la mera ficción, pero al final todas tienen una trama real. Esto es Tlaxcala.
Cómo imaginar que el 90 por ciento de ellos hayan consumido droga algún día, cómo imaginar que algunos hayan traficado con armas, cómo imaginar que hayan asesinado a sangre fría, cómo imaginar que hayan jalado el gatillo de una pistola, cómo imaginar que tengan ese instinto criminal, si apenas son unos chavales.
Cómo imaginar que hayan robado, cómo imaginar que hayan sido lenones, cómo imaginar que sean hijos de la delincuencia, cómo imaginar que hayan violentado el Estado de Derecho. ¿cómo? …
Bajo ese uniforme azul carcelario, en cada uno de los adolescentes se arrastran historias por demás extrañas y de inevitable trama policiaco. Acá todos son disciplinados, todos respetan un reglamento estricto que va encaminado a su rehabilitación. Acá no existen los privilegios. Acá la realidad se toca y tiene nombre.
“No permitiremos pillerías”…
Este reportero ingresó al CIIMAET apenas hace unos días, en un día en que 28 menores infractores recibieron un reconocimiento por haber culminado un curso denominado “Servicio a comensales”. Han aprendido a ser meseros.
En el improvisado auditorio donde está la dirección del centro de internamiento, el área de sicología, una raquítica biblioteca, todo a la vez, se organizó un evento donde Juan Olmedo López, el director de Prevención y Readaptación Social del Estado, era contundente en su mensaje.
“Hoy vemos los resultados tangibles como parte de su rehabilitación, pero que hay una real capacitación para el trabajo y debo decirles que ser mesero es un trabajo rentable, trabajamos para evitar que ustedes sean una bolsa para la delincuencia nuevamente”, expresaba.
El funcionario les decía que las circunstancias han sido desafortunadas para todos ellos y que las propias circunstancias los han cambiado. “Por esta razón trabajamos desde aquí en su reinserción dentro de la sociedad, pero hay quienes piensan que pueden hacer pillerías, saben porque se los digo y no lo vamos a permitir”.
En medio del discurso, algunos rostros de la ignominia quedaban pensativos, navegando en el más profundo de los misterios. Otros de los chavalos, con su mirada tierna no dejaban de jugar como chiquillos con sus pies y manos.
En el corazón temporal del Centro de Internamiento de Instrucción para Adolescentes del Estado de Tlaxcala, hay momentos en que todo parece ser incierto, que cada uno de sus habitantes padece el síntoma de la soledad, que el futuro es incierto, pero saltan aquellos destellos de la buenaventura.
Por fin ha terminado el acto protocolario y todos los comensales se disponen a degustar los bocadillos que ahí se prepararon. Parece que ver caras nuevas, caras diferentes en medio del encierro es una fiesta para este pelotón de infractores. Y por un instante aquellos trogloditas olvidan del drama de las rejas.
Aquí pesa el mundo…
El periodista mexicano, Julio Scherer en su libro “Máxima Seguridad” señala que la pérdida de la libertad física no se da sin menoscabo de la iniciativa interior. El hombre es una unidad.
Prosigue: “lo que afecta al cuerpo afecta al espíritu, o como quiera llamarse al ser intangible de la inteligencia, la ternura, el resentimiento, la bondad, el odio. Esta es la constante de mis conversaciones con los presos”. Termina la cita.
Sergio Capito Mata, director del CIIMAET revela que un 90 por ciento de los menores infractores ha consumido droga y que periódicamente ingresan adolescentes que han cometido accidentes viales bajo los efectos del alcohol.
Señala que lo más graves son aquellos delitos vinculados con la asociación delictuosa y que desafortunadamente se han disparado en el último año. Pone como ejemplo al estado de Puebla, que en su centro de internamiento tiene a cien menores; esto indica que en Tlaxcala hay una alta incidencia.
Comenta a este periodista el internamiento se encuentran temporalmente en el anexo del Centro de Readaptación Social (Cereso) de la capital del estado, debido a que las instalaciones ubicadas en San Pablo Apetatitlán sufren algunas modificaciones para aumentar las medidas de seguridad.
Y como no recordar lo que ocurrió en el año de 2008, cuando un infractor de 19 años de edad, escapó sorpresivamente del CIIMAET, no sin antes asesinar a un custodio en forma grotesca. El presunto asesino se llama Jesús Tzontecomani Méndez y fue detenido por la Policía Ministerial, el 22 de mayo de 2011.
Sobre este sujeto pesan diez averiguaciones previas, la última por matar presuntamente César Chávez Gómez, policía municipal de Apetatitlán, el 31 de marzo de 2011. Además, está relacionado con otros delitos, como violación. Aquí, es un río interminable de historias y qué historias.