AHORA… VIOLENCIA EN LA CAPITAL

18 mayo, 2011

*Retienen los manifestantes al director de la Policía Ministerial

*Intentan quemar el portón principal  de Palacio de Gobierno

*Estuvieron a punto de ahorcar a un agente de gobernación

Por JAVIER CONDE

Un señor encolerizado gritaba: ¡Que se muera!… ¡que se muera!… Su rostro denotaba el sello de su furia… Y con una soga le apretaba el cuello a un agente de gobernación, sin importarle el desenlace… Simplemente, el  campesino no daba tregua a la paz ante la mirada de reporteros y fotógrafos.

Y desde que arribaron a la plaza de la Constitución, los manifestantes traían la espada desenvainada. Sus acciones lo decían todo. Entre un mar de gente, algunos hombres según cansados del actual gobierno decían disparate y medio en contra de Mariano González Zarur, el hombre del poder.

Los manifestantes buscaban el diálogo a base de la presión. Las caras de hombres y mujeres, eran el termómetro de su irritación. A las 12:00 horas retenían también al director de la Policía Ministerial, Olegario Atonal. El servidor público, recibía mentadas de madre. Insultos sobre insultos.

Los rayos del sol golpeaban crudamente. Y como siempre ocurre en las manifestaciones las mujeres gritaban, incitaban a la violencia. El lenguaje corporal era un incesante dibujo. Y de sus labios se evocaban palabras poco ortodoxas: ¡Jijos de su pinche madre atiéndanos! ¡Quémenlos vivos!…

A estas alturas del medio día el diálogo lo era el mejor aliado. Los pseudo  líderes de este movimiento quedaban refugiados en el anonimato. Esos lobos con piel de oveja habían mandado a los campesinos a alterar el orden público, según era el informe que le entregaban al gobernador de Tlaxcala.

Las personas de la tercera edad demandaban el pago puntual de los apoyos que reciben mensualmente y los agricultores la entrega de mejores subsidios dentro del programa de fertilizantes.  

Poco a poco comenzaron a llegar policías ministeriales a la plaza principal. Sin embargo, no evitaron que al agente de gobernación los propios quejosos lo maniataran, le colocaran una soga en la boca, luego en el cuello. Los manifestantes desafiaban a la ley.

Durante una hora, los gritos de protesta eran unísonos. Sobre el adoquín había parados unos 600 campesinos. Unos con huaraches, otros con botas vaqueras. Los pies agrietados de los rancheros eran parte del suceso.

El diálogo, el clamor

El director de los policías ministeriales una y otra vez llamó al diálogo. Les digo que la violencia no era la vía para solucionar los problemas. De pronto el líquido de un refresco de cola era rociado en su rostro. Sigilosamente, sus esbirros se fueron colocando a su alrededor para cuidarle las espaldas.

Y como siempre el lenguaje poco celestial de los “judas” se escuchaban “no pinches mames, párale a tu pedo”… Le decía en corto un regordete ministerial todo despeinado, con el mostacho abultado a un campesino que incitaba a la violencia sus correligionarios.

Sin embargo, la presencia de la fuerza pública era nula. En la dramática escena  no se encontraban los sujetos del rostro oculto, del tolete, del escudo y del escopetín.  Conforme transcurrían las horas, el furor era mayor por parte de los manifestantes. Sólo había dos motobombas para dispersar multitudes.

Manifiesto de rechazo

Además, el Gobierno del Estado condenaba enérgicamente la manipulación de las personas de la tercera edad que, entre otras, fueron acarreadas a la manifestación beligerante realizada este día y ratificó su rechazo a continuar con la politización y opacidad de los programas sociales.

La Secretaria de Gobierno, Anabell Ávalos Zempoalteca, señaló que frente a los actos vandálicos perpetrados por algunas personas durante la protesta,  presentaron denuncia penal por los delitos de daño en las cosas, lesiones y lo que resulte, por la agresión a dos servidores públicos y la afectación al portón principal del Palacio de Gobierno.

Destacó que previo a los actos violentos recibió, junto con el Secretario Técnico, Mario Armando Mendoza, a una comisión de diez personas a quienes se les explicó ampliamente el nuevo esquema del programa y mostraron su acuerdo.

Sin embargo, los agitadores los desconocieron, aunque la mayoría de los adultos mayores se retiraron de la manifestación.

Y es que los campesinos fueron acarreados en las llamadas “colectivas” y en autobuses de turismo. Algunos confesaban a los reporteros que los habían invitado a una manifestación pero  

Mientras que en el Congreso del Estado, el diputado perredista, Gelacio Montiel Fuentes decía a reporteros que su homólogo panista Justo Lozano Tovar acusaba -en una reunión privada- al gobierno de González Zarur, del uso de la fuerza pública.

Y que el propio cuñado del anterior gobernador Héctor Ortiz Ortiz, también condenaba el uso de la violencia en contra de los campesinos a quienes los habían rociado de gas lacrimógeno cuando en realidad los elementos de seguridad no dispararon ni un solo escopetín. Era evidente su propósito.

La huída

Cerca de las 13:30 horas, agentes ministeriales se comenzaban a incrustar entre los quejosos. Poco a poco fueron creando un cerco para proteger al Jerónimo Olegario Atonal. En poco minutos, por lo menos siete policías creaban un escudo y de pronto se abalanzaron más para romper el círculo.

En ese instante, hubo golpes, jaloneos entre los ministeriales y los rijosos. Sin más, el jefe policiaco ya resguardado comenzaba a correr por la calle Lira y Ortega. Llegaban hasta la Academia de Policía y para su desgracia el protón estaba cerrado. Era evidente que no había coordinación institucional.

Ante el temor de que nuevamente lo retuvieran, Olegario Atonal, se refugiaba en un hotel situado a un costado de la Secretaría de Seguridad Pública. Segundos después salían policías estatales, sin saber qué pasaba sobre esa arteria.

Y los manifestantes nuevamente regresaron a Palacio de Gobierno, donde intentaron quemar el portón principal de ese histórico edificio, que es un mudo testigo de la historia de Tlaxcala y que impunemente trataron de atentar contra el patrimonio del estado.

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