CRÓNICA DE UN SUCESO: TLAXCALTECAS EN JAPÓN

22 marzo, 2011

      *Mario Alfredo, Verónica, Juana y Eva hoy viven para contarlo

      * Los japoneses dan muestra de civilidad al mundo entero

      *Un recuento amargo que va al anaquel de la historia

Por JAVIER CONDE

Sin duda, aquel terremoto devastador del viernes once de marzo cambió el rumbo de Japón y quien iba a imaginar que cuatro tlaxcaltecas fueran testigos de este horrendo hecho. En medio de la desgracia lo ha dicho el Nobel de Literatura Kenzaburo Oé, con enorme lucidez:

“Ese día fatídico, las fuerzas de la naturaleza, tan venerada aquí, desencadenaron un ataque sin cuartel contra esta nación, que necesitará años para recuperarse del golpe”.

A diez días de la tragedia que mató las ilusiones de millones de japoneses, Mario Alfredo Jiménez, Clara Verónica Jiménez Campo, Josefina Eva González Hernández y Juana Torres Maldonado, viven hoy para redactar su propia crónica de lo que sucedió allá, en el otro lado del mundo.

Eran cerca de las tres de la tarde cuando la tierra manifestó su cólera, su ira en una inmensa mayoría de las regiones del país nipon, entre ellas, la ciudad de Tsukuba, lugar donde se encontraban José Alfredo, el estudiante becado; Clara Verónica, su madre y dos amigas de la familia Juana y Eva.

Los edificios comenzaron a gruñir y los ciudadanos japoneses mantenían la calma, según cuenta, Mario Alfredo quien estaba en clases en la Universidad de Tsukuba donde cursa actualmente una maestría en educación.

Los habitantes de esta nación saben perfectamente que están en una zona sísmica y no se asustaron durante las primeras milésimas de segundo, pero cuando notaron que eran más intensos los movimientos de la tierra entonces sí comenzaron a caminar hacia la calle con un rostro de pánico.

Dos minutos y medio que duró el terremoto “se nos hicieron como dos días… de inmediato me comuniqué con mi mamá que estaba con sus dos amigas quienes se encontraban en la oficina de correos de Ibaraki, enviando postales a algunos familiares, apenas llevaban una semana en Japón”.

Y una vez que Mario Alfredo llegó hasta donde se encontraban Verónica, Eva y Juana las llevó a un lugar más seguro, dado a que el departamento en el que vive queda en el cuarto piso y prácticamente todas sus pertenencias quedaron sobre el suelo.

En Tsukuba, el cuarto jinete del Apocalipsis no habría cabalgado en su pálido corcel como sucedió en Iwate, Miyagi y Fukushima, en donde un terremoto y un tsunami avasallaron con casi todo, sí con casi todo.

La cara de la furia…

Mientras que el periódico español “El País” relata puntualmente que eran 14: 46  y los niños de Sendai, Kesennuma, Minamisanriku, Otsuchi, ciudades y pueblos de la franja costera nororiental de la isla de Honshu, la más poblada del archipiélago japonés, estaban en la escuela.

Los trabajadores de los astilleros de Sakanamachi, en sus puestos de trabajo, igual que los empleados de las fábricas de pescado, en todo este litoral donde se crían ostras y salmón (Sakanamachi quiere decir ciudad del pescado), y se construyen barcos de medio tonelaje.

En este Japón rural se concentra una población anciana que ha sido la más golpeada por la catástrofe. Antes de que pudieran recobrarse de la brutal sacudida del terremoto, de magnitud 9 en la escala de Richter, llegó la primera ola gigantesca.

El tsunami no dio respiro en las costas más próximas al epicentro del seísmo, situado a unos 400 kilómetros al noreste de Tokio, y a 10 kilómetros de profundidad bajo las aguas del pacífico.

Los efectos combinados de ambos fenómenos se dejaron sentir en un tramo de la costa equivalente al que va de Barcelona a Alicante, aunque el golpe más brutal se lo llevaron tres de las 47 prefecturas en las que está dividido el país: Iwate, Miyagi y Fukushima.

Las secuelas

Los cuatro tlaxcaltecas cuentan a su regreso a Tlaxcala, una vez que los gobierno federal y estatal, los salvaguardaron que regresaron al departamento de Mario Alfredo donde prácticamente todo estaba en el suelo.

Verónica relata que se encomendó a Dios y a la Virgen María, porque simplemente el escenario era fuerte a través de lo que “veíamos en la televisión, aunque no sabíamos que decían los comentaristas quedamos aterrados con ver las escenas de la destrucción del terremoto y del tsunami”.

El País precisa que a diez días de la tragedia que mucha gente no oyó las alertas del tsunami, porque el seísmo había destrozado ya el tendido eléctrico; otros no recuerdan siquiera si sonaron.

La mayoría de los ancianos (casi un tercio de la población de la zona tiene más de 65 años) se vieron impotentes para huir.

Un trabajador de un astillero de Sakanamachi contaba que nada más pasar lo peor del terremoto, se subió al coche y condujo entre atascos hasta una colina desde la que vio horrorizado cómo el mar lo arrasaba todo:

Casas, naves, puerto, hasta el barco en el que trabajaban un centenar de compañeros, que fueron arrastrados por las aguas. Era impresionante y devastador el escenario que dejó a su paso la ira de la naturaleza.

A pesar del oscuro escenario, desconsolador por cierto, Mario Alfredo destaca la madurez y la fortaleza cívica de los japoneses, de los que habitan en el archipiélago, porque siempre guardaron serenidad, siempre guardaron orden y es algo que debemos aprender simplemente los mexicanos.

Dice que pronto deberá regresar a Japón, para seguir con sus estudios superiores y señala que una vez que dejó en puerto seguro a su madre aprendió una gran lección, jamás desafiar a la naturaleza.

No obstante, argumenta que es una necesidad de estar bien informado porque simplemente el asunto nuclear generó incertidumbre pero jamás una situación de pánico, por lo que “creo que el pueblo de Japón se levantará nuevamente, porque simplemente su pueblo es fuerte para hacerlo”.

Y es que los altos muros de hormigón que protegen las dos quintas partes de la costa japonesa, de más de 35 mil kilómetros de longitud, fueron superados fácilmente por las olas gigantescas. Fue como si un látigo descomunal hubiera golpeado todas las orillas.

Vídeos de aficionados mostraban altísimas cortinas de agua desbordándose sobre edificios, locales, instalaciones públicas, arrastrando consigo todo lo que encontraban a su paso, desde mobiliario público, a barcos y avionetas.

Los medios de comunicación europeos indican que el gobierno hizo frente a la crisis decretando el estado de emergencia y desplegando 100 mil soldados, para restablecer las comunicaciones y los servicios y recuperar los cadáveres. Las últimas estimaciones hablan de 17 mil muertos.

Madurez en medio del desastre

El primer ministro, Naoto Kan, que atraviesa uno de los momentos más bajos de popularidad, intentó desesperadamente estar a la altura de las circunstancias y hacerse intérprete de la consternación general.

Un gabinete de crisis, uniformado con mono azul, se reunió para examinar la situación y el propio Kan hizo una visita a la zona en helicóptero. Para entonces, ya se había declarado la alarma nuclear.

La central de Fukushima I estaba en peligro, con el sistema de refrigeración inutilizado. Tras el terremoto, falló la electricidad; luego, el tsunami paralizó los generadores diesel de emergencia, que se habían conectado automáticamente.

La situación era cada vez más preocupante en este complejo nuclear de los años setenta, situado al borde del mar, que alberga seis reactores nucleares y está a 240 kilómetros al noreste de Tokio.

Y cuatro tlaxcaltecas en Tsukuba eran testigos de un hecho que conmovió al mundo entero y que era el principio de una nueva era para Japón, para todos aquellos que manejan energía nuclear, entre ellos, México.

Verónica la madre de Mario Alfredo destaca que siempre la Embajada de México en Japón mantuvo contacto con ellos al igual que el gobierno que encabeza Mariano González Zarur. “Vimos solamente el miedo de la gente pero para nuestra buena fortuna en esta ciudad no pasó nada sólo el susto”.

A las 15.36 del sábado 12 de marzo (7.36 en España), se produjo una explosión en el reactor número 1 que marca el inicio de una batalla frenética para refrigerar los núcleos de cuatro de los seis reactores del complejo.

El pánico se desata

El gobierno ordena el desalojo de todas las poblaciones en un radio de 20 kilómetros en torno a la central, y pide a los residentes en un área de 30 kilómetros que permanezcan con puertas y ventanas cerradas.

Poco a poco, el foco de la catástrofe se desplaza de las zonas costeras arrasadas, donde casi medio millón de personas que han perdido sus casas intentan sobrevivir en refugios organizados con ejemplar orden, a la central de Fukushima I.

En ese lugar entre 50 y un centenar de técnicos y soldados luchaban denodadamente por evitar que se produjera una fusión del núcleo en alguno de los reactores.

Las autoridades, y los técnicos de la empresa que explota la central, Tokio Electric Power Company (Tepco), optaBan desde el sábado por liberar gases radiactivos al exterior para rebajar la presión que sufre el núcleo del reactor 1.

A los problemas de este reactor se irán sumando los de otros tres más, hasta disparar todas las alertas. Se teme que el viento, cargado con partículas radiactivas, pueda soplar hacia Tokio. La calma, el estoicismo de los japoneses que ha maravillado al mundo, empieza a resquebrajarse.

Los ciudadanos de la gigantesca megalópolis (el área metropolitana de Tokio aloja 35 millones de personas), que han mantenido en pie todas sus rutinas pese a las alteraciones del transporte público, a los primeros síntomas de desabastecimiento y a los periódicos apagones, parecen más próximos a sucumbir al miedo, relata El País.

El miedo nunca sucumbe

Los tlaxcaltecas testigos de este abrumador hecho han regresado a Tlaxcala y han sostenido varios encuentros con reporteros de diversos medios de comunicación. Frente a las cámaras de videos y fotográficas han revelado lo que sintieron cuando la fuerza de la naturaleza se desbordó.

Para los cuatro es una experiencia que jamás olvidarán y entre ligeras sonrisas ahora dicen que ya tendrán una historia que contar a sus nietos y vaya qué historia.

Sin embargo, el significado del miedo frente a un hecho que cambió el ritmo del mundo siempre quedará en lo más recóndito de las reminiscencias.

Ahora, Verónica menciona que vale la pena vivir con plenitud cada día de nuestra existencia, que la vida es hoy y el hoy siempre estará lleno de sorpresas.  

Y en esa nación, la crisis permanece, el mundo está en alerta por éste y otros hechos que simplemente permanecen a la vista de los mexicanos y de la humanidad entera.  

La crisis nuclear de Fukushima se convierte en una preocupación internacional, y reabre el debate sobre esta energía, mientras que en el mundo árabe las balas han podido más que la razón de los gobernantes.

Así de simple Japón, postrado por una larga crisis, y con una clase política incapaz de superar los problemas que se arrastran desde hace dos décadas, se enfrenta ahora a un futuro difícil, subraya el periódico El País.

A la fabulosa deuda externa (equivalente al 200% de su PIB), se sumará la abultada factura de esta catástrofe, que deja el país exhausto, apeado de sus certezas, en una situación que justifica plenamente la frase del Nobel Oé. Empieza una nueva era.

Y si el pueblo nipón se levantó de aquel tatuaje amargo de la historia llamada Segunda Guerra Mundial, cuando una bomba atómica destruyó Hiroshima y Nagasaki, seguro está el mundo de que los japonés emprenderán sí esa nueva era, de la que resalta orgullosamente Kenzaburo Oé.

Universidad de Tsukuba, Japón

Foto: Mario Alfredo Jiménez Jiménez/ Cortesía Universidad Tsukuba, Japón

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